
PARTE I
GENERALIDADES
LA EXPLORACIÓN
NEUROLÓGICA
La exploración neurológica es la herramienta diagnóstica más importante en las neurociencias clínicas. A pesar de los impresionantes avances que existen en los métodos de diagnóstico paraclínico en neurociencias, no existe ningún método que supere la cantidad de información que puede obtenerse a través de un adecuado examen clínico neurológico. No existe un estudio o escala que pueda sustituirlo o soslayarlo.
INTRODUCCIÓN
La exploración neurológica (EN) es la herramienta clínica más importante con que se cuenta en la actualidad no sólo en medicina sino también en la neuropsicología para la detección de síndromes y posibles enfermedades del sistema nervioso. Como en muchas áreas de la medicina, la integración de los datos clínicos obtenidos mediante la exploración neurológica on los conocimientos neuroanatómicos y neurofisiológicos resulta de vital importancia para la correcta interpretación de la EN. Para el estudiante de medicina o psicología con frecuencia la EN, y en general las materias relacionadas con las neurociencias, son conceptualizadas como muy extensas, difíciles y áridas, por lo que resulta importante realizar de manera sencilla la enseñanza de las distintas disciplinas neurocientíficas a los estudiantes así como al médico en general y en la actualidad a los psicólogos como coadyuvantes para una detección y canalización oportuna. En este sentido, el objetivo de la presente unidad es proponer un esquema de estudio básico en esta área, que permita a los profesionales en las distintas áreas vinculadas a la salud mental y la medicina identificar eficazmente posibles alteraciones neurológicas (sobre todo las más frecuentes o graves), para así poder brindar un tratamiento inicial adecuado o establecer criterios de referencia oportuna a otro nivel de atención.
Desde hace mucho tiempo, el estudio de las neurociencias en medicina y psicología, ha estado envuelto en distintos mitos y prejuicios. Las disciplinas relacionadas con las neurociencias, como la neuroanatomía, neurofisiología, neurología, neurocirugía, neuroquímica, psiquiatría, etc., suelen ser vistas por los estudiantes como interesantes, pero a la vez muy complejas y difíciles de entender o aprender, lo cual generalmente se refleja en que el alumno puede desarrollar una verdadera “neurofobia”. Es decir, que desarrolla distintos grados de aversión por el estudio de las áreas neurocientíficas. El aspecto negativo del desarrollo de esta aversión trasciende en las malas notas que el alumno pueda obtener en las asignaturas, y esto puede conducir a que los estudiantes ya como profesionistas, no sean capaces de identificar, tratar o canalizar adecuadamente a los pacientes neurológicos, o incluso llegue a evitar el atender pacientes con estas enfermedades. Las causas de esta aversión son múltiples, y sin duda contribuyen aspectos tanto del individuo (alumno) como del docente. En este sentido, con frecuencia el profesor presenta la información de manera aislada e inconexa, separando, por ejemplo, la enseñanza de las materias básicas (neuroanatomía, neurofisiología, etc.), de las asignaturas clínicas como la neurología o neuroradiología, lo que complica que el alumno desarrolle un verdadero pensamiento integral sobre las neurociencias. A manera de ejemplo, en el estudio llevado a cabo por Moreno y Santibañez en estudiantes de medicina, se observó que las dos principales razones por las que el alumno de medicina conceptualiza a las áreas neurocientíficas como muy difíciles son: 1) se requiere de mucho conocimiento de materias básicas, y 2) se tiene una pobre preparación en semiología y clínica neurológica. Es precisamente este último punto el que pretende combatir en esta unidad.
Importancia de la exploración neurológica
El examen neurológico o exploración neurológica (EN) es sin lugar a duda la herramienta diagnóstica más importante en las neurociencias clínicas (neurología, neurocirugía, neuropediatría, etc.). A pesar de los impresionantes avances que existen en los métodos de diagnóstico paraclínico en neurociencias, no existe ningún método que supere la cantidad de información que puede obtenerse a través de un adecuado examen clínico neurológico. De manera que no existe un estudio o escala que pueda substituir o soslayar el examen neurológico de un paciente. Los propósitos que persigue la exploración neurológica son los siguientes:
1. Establecer si existe o no, una lesión o una alteración funcional en el sistema nervioso, tanto central como periférico.
2. Señalar cuál es la topografía de esta lesión o alteración funcional, es decir, en qué parte del sistema nervioso se encuentra la alteración (tallo cerebral, corteza cerebral, nervio periférico, etc.).
3. Apoyar para conocer cuál es la naturaleza o etiología de la lesión (hemorragia, infarto, absceso, tumor, etc.). Aquí es prudente señalar que el examen neurológico, como cualquier técnica exploratoria en medicina, siempre debe estar precedido y guiado por un exhaustivo interrogatorio y semiología de los síntomas neurológicos.
La importancia del examen neurológico radica en la elevada frecuencia de trastornos neurológicos, como la cefalea, epilepsia, enfermedad vascular cerebral, etc., en la consulta médica general. Adicionalmente, por su gravedad algunos de estos trastornos pueden poner en peligro la vida del paciente o comprometer la función y generar altas tasas de discapacidad.
Alcances y limitaciones de la exploración neurológica básica
Uno de los aspectos que más desalienta a los estudiantes es que se piensa que la EN es tremendamente extensa, demorada y complicada. Por ello, es importante resaltar que la EN exhaustiva en todos sus apartados no siempre es necesaria, en la práctica cotidiana con frecuencia se pone mayor atención en los apartados de la exploración que están o pueden estar alterados según lo obtenido en el interrogatorio, optimizando así el tiempo y la complejidad de la exploración. Por esta razón, en realidad no es necesario ni práctico que el médico general realice con destreza la totalidad de la EN, y la propuesta es que realice una exploración neurológica básica (ENB) que incluya los aspectos clave de la exploración con la finalidad de identficar correctamente los problemas neurológicos más comunes. Es importante mencionar que la ENB, por las razones antes mencionadas, no tiene la finalidad de diagnosticar de manera precisa la etiología y topografía de todas las posibles alteraciones neurológicas, más bien tiene la finalidad de funcionar como una herramienta de tamizaje para detectar posibles alteraciones (sobre todo las más graves o frecuentes), guiar la toma de decisión de tratamientos iniciales, realización estudios paraclínicos, o establecer criterios de referencia a otro nivel de atención. La profundidad, extensión y organización de la ENB en realidad no está definida, por lo que se pueden encontrar textos con diferentes organizaciones y propuestas al respecto.

EVALUACIÓN DE LA CONCIENCIA
El primer elemento que se ha de revisar y explorar en nuestros pacientes neurológicos es el estado de conciencia. Al observar y tener contacto con los enfermos, en el consultorio o a la cabecera de la cama, la primera impresión general de sus capacidades de respuesta a nuestro saludo, a nuestras preguntas o a las maniobras exploratorias que ejecutamos nos dará una idea inicial acerca de su estado de conciencia.
Se define como conciencia el estado en el cual uno se da cuenta de sí mismo y del ambiente o del mundo que lo rodea. La conciencia es un proceso continuo que dura toda la vida y que requiere dos funciones cardinales: el estado de despierto, que implica la integridad de estructuras como el tallo cerebral (sistema reticular activador ascendente) y estructuras talámicas mediales, y, como segunda función, el estado cognoscitivo y alerta que, implica la integridad funcional de la corteza cerebral y los núcleos subcorticales.
El estado de conciencia presenta variaciones que son naturales o fisiológicas, como los ciclos de sueño y vigilia, que son necesarios para la salud física y mental de las personas. En este punto, podemos introducir el concepto de despertar, que significa la recuperación del estado de vigilia o, más propiamente, la conciencia, y que supone la apertura de los ojos como expresión muy objetiva de este estado, en oposición al cierre ocular, propio del sueño. Más adelante veremos que la apertura ocular no siempre implica un estado de conciencia pleno, como sucede en algunos casos de alteración del estado de conciencia, como el estado vegetativo.

Llamamos contenido de conciencia a las acciones más elevadas y fundamentales que desarrollamos para estar plenamente conscientes y que nos distinguen como humanos de los demás seres vivos. Estas acciones son la suma de las funciones mentales, cognoscitivas y afectivas, entre las que podemos destacar: atención, orientación, memoria, juicio, lenguaje, talante, cálculo y habilidades motoras, entre otras. En la medida en que se puede alterar la conciencia, estas funciones se ven afectadas individual o colectivamente en diversos grados, de acuerdo con diferentes enfermedades.
El sustrato anatómico de la conciencia es complejo, pero podemos destacar el sistema reticular activador ascendente contenido en el tallo cerebral, con proyecciones hacia el diencéfalo y los hemisferios cerebrales. Debemos recordar también que, en la función de la conciencia, participan de manera destacada neurotransmisores colinérgicos, monoaminérgicos y gabérgicos.
EXPLORACIÓN DE LA CONCIENCIA
Cuando estemos frente a un paciente con alteración del estado de conciencia, debemos ser observadores solícitos y exploradores pacientes para vaciar en nuestros expedientes notas muy descriptivas, pues los cuadros clínicos pueden variar o fluctuar, en ocasiones en cortos periodos de tiempo. Algunos elementos descriptivos que nos pueden ayudar a reconocer el grado de pérdida o deterioro de la conciencia se encuentran en las útiles definiciones ofrecidas a continuación. Históricamente se han evitado definiciones parciales o estados de conciencia que implican conceptos caprichosos como, «semi», superficial, profundo, etc. (fig 1).

Figura 1 Niveles de conciencia
Estados de alteración de la conciencia
Se llama somnolencia al estado fisiológico en el que la persona tiende a permanecer dormida, por déficit de sueño, por cansancio o por el efecto exagerado de algún medicamento inductor del sueño. Habitualmente, ante un estímulo verbal, el enfermo se despierta, conservando todas sus capacidades cognoscitivas. Este estado se considera patológico en el paciente que tiende a dormirse durante su evaluación médica y que requiere ser despertado con estímulos verbales, táctiles o dolorosos. Esta situación debe alertarnos sobre la posibilidad de algún trastorno, como lesiones estructurales, infecciosas o tóxico-metabólicas.
La obnubilación de la conciencia se entiende como estados de retardo del despertar o lentitud para lograr la atención, con irritabilidad e hiperexcitabilidad, que alternan con somnolencia. El paciente, pese a ser estimulado y «despertado», vuelve a dormirse durante la exploración. La palabra obnubilado viene del latín y significa «embotado».
El estupor, del latín «aturdimiento», se define como un sueño profundo, comportamiento sin respuestas. Se logran reacciones motoras de defensa o de intento de localización con estímulos vigorosos y repetidos, incluso dolorosos. El nivel cognoscitivo está afectado y no hay reacciones verbales.
El coma, del griego «sueño profundo o trance», es un estado de falta de respuesta, sin fenómeno de despertar y en el cual el sujeto permanece con los ojos cerrados. Ante los estímulos dolorosos, podrían presentarse algunas gesticulaciones y leves movimientos estereotipados en las extremidades. La persona afectada no localiza ni realiza movimientos. Conforme se profundiza el coma, se pierden todas las respuestas.
El delirium o estado confusional agudo implica un estado de agitación con pobre atención, reducción de la concentración, desorientación, déficit de memoria, trastorno del lenguaje, alteración de la sensopercepción para estímulos visuales y auditivos, miedo e irritabilidad. Se instala en un corto período de tiempo y puede fluctuar a lo largo del día.
Estados de alteración de la conciencia
subagudos o crónicos
Se llama demencia al deterioro progresivo de los procesos mentales. En raras ocasiones compromete el estado de despierto o lo hace en fases avanzadas o finales. En algunos casos puede asociarse a delirium, sobre todo si hay infecciones o desequilibrios tóxico-metabólicos, especialmente en ancianos.
La hipersomnia es un sueño excesivo, incontrolable y permanente. Al despertar, el paciente tiene cognición normal. Suele ser secundaria a problemas hipotalámicos estructurales o funcionales, como en la narcolepsia.
Abulia significa, en griego «falta de voluntad». Es un estado apático, y los afectados responden lentamente al estímulo verbal, no inician conversación o actividad en forma espontánea, aunque con estímulos suficientes tienen una cognición normal. Los pacientes presentan trastornos en el funcionamiento de ambos lóbulos frontales y pueden evolucionar a otros estados alterados de conciencia. Siempre obliga a descartar lesiones estructurales en el nivel orbito frontal.
El estado vegetativo implica la recuperación de los ciclos de sueño y vigilia en pacientes que no responden a los estímulos externos, sin relación con el medio ambiente en casos de estados de coma prolongado. No hay evidencia de conciencia y se mantienen las funciones del tallo y viscerales autonómicas. Si este cuadro persiste durante más de treinta días, se le denomina estado vegetativo crónico, y persistente cuando no se logra la recuperación. Para algunos autores, esta condición podría incluirse como enclaustramiento, mutismo acinético, estado apálico o como vigil.
El mutismo acinético se da en pacientes que permanecen en silencio, alerta, pero inmóviles, con ciclos de sueño y vigilia. No hay actividad mental y tampoco actividad motora espontanea. Estos casos presentan disfunción hipotalámica y del prosencéfalo basal adyacente.
Estado de mínima conciencia
Condición de afección severa de la conciencia en la que se demuestra una mínima, pero definida y clara, conducta de conciencia propia y del entorno. Presentan evidencia clínica de actividad cognoscitiva residual, con conciencia de sí mismos y del medio ambiente. Es un estado que suele ser transicional en la recuperación del coma, en estado vegetativos que logran cierta mejoría del estado de interacción con el medio ambiente o al empeorar alguna enfermedad neurológica progresiva.
Abordaje del paciente con estado alterado de conciencia
Se trata de pacientes que valoramos en los servicios de urgencia, de terapia intensiva y hospitalización. Antecedentes patológicos, como epilepsia, enfermedad vascular cerebral, tumores, infecciones, la ingesta de medicamentos o drogas, traumatismos o alteraciones metabólicas, serán de gran utilidad en el abordaje de estos pacientes.
Por ejemplo, un episodio súbito de cefalea intensa con deterioro del estado de conciencia y signos meníngeos debe hacer considerar la posibilidad de hemorragia subaracnoidea. Un cuadro clínico con deterioro de conciencia y signos focales, como hemiparesia, de evolución progresiva en semanas, con antecedente de trauma craneano en un hombre de edad mayor de 60 años, nos obliga a investigar la posibilidad de hematoma subdural crónico. Un estado confusional o delirium en un paciente geriátrico, sin otros signos neurológicos, es suficiente para investigar un desequilibrio hidroelectrolítico, efectos farmacológicos o incluso infección. Un estado de estupor de instalación súbita, con cefalea intensa, déficit focal y crisis convulsivas, sugiere hemorragia cerebral. Las anomalías en el estado de conciencia son solo un signo más que debe evaluarse, y su perfil temporal (agudo, subagudo o crónico) será de gran utilidad diagnóstica.
Todos estos casos se ven a diarios en nuestros hospitales y, aunque parezca que el deterioro del estado de conciencia impide un buen interrogatorio y una exploración neurológica completa por falta de cooperación de los pacientes, la clara identificación y descripción de la alteración de la conciencia en combinación con el resto de la exploración neurológica nos llevará a un diagnóstico inicial bien orientado, sujeto a la corroboración de estudios de imagen y laboratorio. Debe considerarse que la anomalía del estado de conciencia conlleva implícito un trastorno cerebral potencialmente grave.
Al identificar una alteración del estado de conciencia, si bien las definiciones antes señaladas sirven de ayuda para clasificar este deterioro, siempre será importante describir lo más detalladamente posible su aspecto, las reacciones y las respuestas, y la exploración neurológica. En dicha exploración, además de identificar el nivel de conciencia del paciente, se tendrá especial cuidado de revisar y describir la siguiente:
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Patrón respiratorio.
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Tamaño y reactividad de pupilas.
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Movimientos oculares.
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Reflejo corneal presente o ausente que determina afección del nervio craneal V.
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Reacciones a dolor con expresión facial simétrica o asimétrica que implica la integridad del nervio craneal VII o su lesión como dato de focalización (maniobra de Foix).
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Respuestas oculovestibulares, pruebas calóricas.
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Evaluación de reflejos nauseoso y tusígeno mediante estímulo del velo del paladar y faringe-laringe, respectivamente.
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Respuestas motoras.
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Respuestas a estímulos táctiles o dolorosos.
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Búsqueda de signos meníngeos, que, en el paciente con deterioro de conciencia, pueden desaparecer, siendo falsos negativos.
Algunos elementos que parece esencial recordar en la evaluación del estado de conciencia de nuestros pacientes son los siguientes:
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Evaluar cuidadosamente las alteraciones parciales que pueden simular estados de conciencia alterados, como, por ejemplo, afasias, parálisis de nervios craneales y/o espinales o trastornos psicógenos.
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Definir con rapidez y eficacia con base en el estado de conciencia y los datos clínicos asociados, los tratamientos quirúrgicos o médicos de urgencia, según corresponda.
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Buscar intencionalmente en el examen físico general equimosis periorbitarias (signo de ojos negros o de mapache) o mastoideas retroauriculares (signo de Battle), que son sugestivas de fracturas de la base del cráneo. Deben buscarse en la piel de los pacientes huellas o marcas de punción por aguja que sugieren abuso de medicamentos o uso de drogas. La presencia de petequias puede indicar meningitis o coagulación intravascular.
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La revisión del cuello en un paciente con deterioro de conciencia puede arrojar datos relevantes. Ante dolor y rigidez, deberán investigarse patologías específicas asociadas al deterioro de conciencia, como podrían ser infecciones meníngeas o hemorragia subaracnoidea.
Para realizar un abordaje sistemático un seguimiento de evaluación del estado de conciencia se han elaborado algunas escalas. Estas escalas no sustituyen de ninguna manera a la exploración profunda y detallada que debemos realizar en estos casos, pero nos permiten tener una impresión inicial general para conducir su vigilancia neurológica y su pronóstico, y, en especial, para unificar criterios de avaluación con otros médicos o paramédicos. La escala más conocida y utilizada es la de coma de Glasgow. (Figura 2)

La Escala de Coma de Glasgow (en Inglés Glasgow Coma Scale (GCS)) es una escala de aplicación neurológica que permite medir el nivel de conciencia de una persona. Una exploración neurológica de un paciente con traumatismo craneoencefálico debe ser simple, objetiva y rápida. La evaluación del nivel de conciencia es el parámetro más importante que debe tenerse en cuenta. Han de evitarse términos ambiguos como estuporoso, somnoliento, inconsciente o comatoso, que son subjetivos y no permiten tener la certeza del curso clínico del paciente. Por ello se ha universalizado el empleo de la GCS.
La Escala de Coma de Glasgow utiliza tres parámetros que han demostrado ser muy replicables en su apreciación entre los distintos observadores: la respuesta verbal, la respuesta ocular y la respuesta motora. El puntaje más bajo es 3 puntos, mientras que el valor más alto es 15puntos. Debe desglosarse en cada apartado, y siempre se puntuará la mejor respuesta. La aplicación sistemática a intervalos regulares de esta escala permite obtener un perfil clínico de la evolución del paciente.
Una vez hemos realizado el examen neurológico podremos establecer una categoría para el grado de gravedad del traumatismo. A partir de aquí el profesional podrá definir un pronóstico inicial y, lo más importante, marcar los pasos de actuación diagnóstica y terapéutica siguientes.
Un poco de historia
La escala de Glasgow fue creada por Graham Teasdale y Bryan Jennett, miembros del Instituto de Ciencias Neurológicas de la Universidad de Glasgow, en el año 1974. Su objetivo era el de proporcionar un método simple y fiable de registro y monitorización del nivel de conciencia en pacientes con traumatismo craneoencefálico. Tres años más tarde, Jennett y Teasdale asignaron un valor numérico a la apertura ocular, la repuesta motora y verbal del paciente, para dejar esta escala tal y como hoy se utiliza.

Figura 2 Generalidades de la escala de coma de Glasgow
EVALUACIÓN DEL ESTADO MENTAL
Función cognoscitiva.
El estado de conciencia preservado es un requisito obligatorio para evaluar la función mental de un individuo. En especial, la conciencia se relaciona con un estado de alerta en el que el tallo cerebral se encuentra activado (despierto) y existe plena interacción de las proyecciones cerebrales denominadas superiores o mentales. Dicho de una manera muy sencilla, para que una computadora pueda ejecutar toda su variedad de programas, debe estar primero encendida. El estar consciente corresponde al encendido de esa computadora a la que podemos asimilar con nuestro cerebro. Por lo tanto, para la optimización de las funciones mentales, lo primero será estar alerta, para después llevar a cabo el proceso de atención y aprendizaje.
Atención → concentración → Razonamiento/ síntesis → Memoria → aprendizaje
Pongamos un ejemplo. Observamos un objeto redondo y rojo (atención), nos fijamos en él (concentración), analizamos qué puede ser (razonamiento), intentamos buscar algún referente de lo que es (memoria) y obtenemos información del mismo (aprendizaje). Este objeto puede ser una manzana o un nopal, ante lo cual el proceso se invertirá y sabremos que, si bien los dos nos pueden saciar el hambre, uno los puedo tomar con la mano y el otro no, ya que tiene espinas. En este caso, habré utilizado funciones que serán mencionadas en el capítulo, como son: veo con atención el objeto (lo identifico con las proyecciones temporooccipitales de la vía visual), lo sitúo en el lugar en que se encuentra (espacio), lo enmarco en relación con mi entorno (vías parietooccipitales), realizo una síntesis de las posibilidades y razono una de ellas según mi memoria visual (gnosia visual), y solicito a mi memoria (remota) la diferencia entre las dos, de acuerdo con lo aprendido. Finalmente, llegaré a una conclusión. De hecho, la memoria nos sirve para tomar decisiones nuevas y más asertivas según nuestras vivencias, en el marco de lo que se denomina experiencia. No aplicar adecuadamente el aprendizaje es equivalente a nos saber expresar el conocimiento: nos sitúa en la ignorancia.
El sustrato anatómico de dominios cognoscitivos (mentales e intelectuales) individuales adopta la forma de redes a gran escala que contienen conexiones tanto corticales como subcorticales. Se pueden distinguir al menos cuatro redes mayores: del lenguaje en el hemisferio izquierdo, de la atención en el hemisferio derecho, del sistema límbico y del lóbulo frontal. Su daño o interrupción provocará síntomas que dependerán de la localización y a función del circuito afectado. Las diferentes funciones que deben evaluarse se exponen a continuación:
Funciones mentales o cerebrales superiores:
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Atención.
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Orientación.
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Lenguaje.
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Cálculo.
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Gnosias.
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Concentración.
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Memoria.
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Juicio y autocrítica.
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Abstracción.
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Praxias.
Estas funciones, también aceptadas como dominios cognoscitivos en la literatura internacional (DSM-V, 2014) nos permiten evaluar subniveles y ajustar nuestra exploración.
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Atención y sus variantes.