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PSICOLOGÍA 

Psicopatología Infantil

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CONTENIDO DE LA UNIDAD

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  • Actividades de aprendizaje

PSICOPATOLOGÍA

INFANTIL

OBJETIVOS DE APRENDIZAJE:

  • Conocer la etiología de la psicopatología del desarrollo

  • Conocer los factores familiares, culturales y sociales que inciden en el desarrollo de la psicopatología infantil.

  • Analizar las consecuencias sociales de la psicopatología infantil en la adolescencia y la edad adulta que conllevan a la transgresión de la ley y las normas sociales.

MODELOS TRADICIONALES DE PSICOPATOLOGÍA INFANTIL

La necesidad de clasificar los distintos tipos de personalidad y problemas mentales se observa desde Hipócrates, por lo que desde entonces han existido distintas clasificaciones. Es hasta el siglo XX que se dispone de sistemas de clasificación ordenados y sistematizados sobre las enfermedades mentales. En este periodo se incluían los trastornos de los que no se conocía su etiología, pronóstico y terapéutica. Estos modelos surgen a partir del esquema médico.

Dentro de éste, los postulados neo-krapelianos han tenido mucha importancia; algunos de los cuales se refieren a que la psiquiatría debería estar basada en el modelo médico, por lo que tendría mucho en común con ramas de la medicina, también consideran que la psiquiatría debe basarse en el conocimiento y método científico, así como en el reconocimiento de que existen diferencias entre la normalidad y la enfermedad. Se considera entonces que la diferencia entre lo que se considera normal y anormal no sería una cuestión de grado sino de cualidad. Se considera también que:

• Es necesario investigar la etiología, diagnóstico y tratamiento de las enfermedades mentales

• El psiquiatra debe centrarse sobre todo en los aspectos biológicos de la enfermedad mental

• Es fundamental la necesidad de clasificación y diagnóstico

De manera tradicional la conducta anormal ha sido clasificada con base en los trastornos de los adultos. Hasta hace poco tiempo, no existía un esquema general de clasificación de los trastornos infantiles y de la adolescencia. Incluso algunos clínicos consideran que clasificar dichos trastornos de niños y adolescentes es contraproducente. Por lo que el hecho de hablar de psicopatología durante la niñez y la adolescencia es aún una controversia.

 

En el siglo XVIII, se consideraba al niño como un adulto en miniatura. En la actualidad existe un amplio desacuerdo sobre cómo conceptualizar un desorden en los niños, qué características evaluar, por quién, en qué situación y cómo debe interpretarse. Algunos autores consideran que en la evaluación en la infancia (Archer, 1997; González, 1998) es fundamental: estudiar las conductas, afectos, cogniciones y estado físico del niño; así como el entorno familiar, escolar y social, y que la información no debe provenir de una sola persona, sino de diferentes fuentes. El proceso de evaluación requiere: entrevistas proyectivas, observaciones, auto informes, pruebas de inteligencia, de aptitudes y logro, escalas de desarrollo y evaluaciones neuropsicológicas. La evaluación infantil es un proceso más complejo que el de los adultos, debido a la carencia de autonomía del niño y a la variabilidad de su situación, además de su proceso evolutivo acelerado.

 

El proceso de evaluación implica también la realización de un diagnóstico y clasificación del problema que presenta la persona. La clasificación debe considerarse más corno un lenguaje (Rutter & Taylor, 2003) que como una colección de objetos. Permite la comunicación entre los profesionales y es una ayuda para pensar acerca de los problemas de salud mental, en general complejos. Algunas de las virtudes de un sistema de clasificación científico adecuado son que sea:

• Comprensivo

• Aceptable por quienes lo usan

• Claro

Los psicólogos y otros profesionistas que se dedican al estudio de la salud mental se enfrentan a una serie de fenómenos amplios; el tipo de clasificación que requieren puede variar de acuerdo a los diferentes propósitos buscados. En la actualidad se afirma la necesidad de codificar los criterios de diagnóstico, a través de distintas técnicas y que debe comprobarse por diferentes técnicas la fiabilidad y validez de los criterios diagnósticos y de clasificación. De acuerdo a González y colaboradores (1998) se pueden distinguir dos tipos de sistemas de clasificación de las alteraciones de la infancia, que son los siguientes:

Sistemas de clasificación derivados de la nosología de adultos: los cuales se basan en opiniones y observaciones de diferentes profesionales en la práctica clínica, DSM y CIE Estas clasificaciones tienen algunas ventajas como el utilizar un enfoque descriptivo, debido a que los trastornos figuran en forma de características clínicas observables. Las categorías diagnósticas están definidas a base de signos y síntomas identificables a los que se ha denominado criterios operacionales de diagnóstico. Estas clasificaciones son categoriales porque la unidad de clasificación es la categoría basada en la observación y el juicio clínico (Domenech & Ezpeleta, 1995).

Sistemas de clasificación creados en particular para la infancia: se dividen en clasificaciones categoriales, dimensionales y evolutivas.

Los sistemas de clasificación elaborados de manera específica para los infantes se derivaron de la perspectiva psicoanalítica en especial (Freud, 1965; GAP, 1966). Estos sistemas tenían un respaldo teórico importante, pero poca validez empírica. Ana Freud (1965) consideraba un perfil diagnóstico en el que tomaba en cuenta los siguientes aspectos:

Variaciones dentro la normalidad

Síntomas transitorios a consecuencia de la tensión propia de la etapa del desarrollo

Neurosis infantiles y de carácter

Regresiones

Trastornos límite, delictivos o psicóticos

Personalidad retrasada, deficitaria y atípica

Alteraciones del desarrollo intelectual El diagnóstico del niño estaba determinado por: el funcionamiento del niño en cuanto al desarrollo de las pulsiones, ego y súper ego; puntos de fijación y regresión; tolerancia a la frustración; ansiedad, conflictos y potencial de sublimación. La autora consideraba al estrés como un punto importante en la producción de alteraciones en la infancia. Ana Freud (1965) suponía que el estrés contribuía a las alteraciones del sueño y problemas de la alimentación, entre otros. El grupo para el avance de la psiquiatría (GAP, 1966) propuso 10 clasificaciones que son las siguientes:

• Respuestas adaptativas o de salud

• Trastornos reactivos

• Anomalías del desarrollo

• Trastornos psiconeuróticos

• Trastornos de la personalidad

• Trastornos psicóticos

• Trastornos psicofisiológicos

• Síndromes cerebrales

• Retraso mental

• Otras alteraciones o trastornos

Esta clasificación tiene interés porque valora la dimensión evolutiva en psicopatología e incluye categorías tales como los trastornos psicofisiológicos que no se habían considerado con anterioridad. Sin embargo, la fiabilidad de los diagnósticos del GAP proporcionó resultados muy pobres, ya que estas primeras clasificaciones eran categoriales y lineales. Más tarde surgen las clasificaciones multiaxiales que tienen como característica la formulación sistemática de las condiciones del paciente y factores asociados en diferentes ejes, que tienen valor en la información clínica y son conceptualizados cada uno de forma casi independiente.

Esta clasificación se establece a raíz de un coloquio organizado en Francia por la Organización Mundial de la Salud. En su elaboración participaron personalidades relevantes de la paido-psiquiatría europea (Rutter, et al., 1969). Aquellos que se dedican al estudio de la psicopatología infantil requieren de sistemas de diagnóstico para diferentes propósitos: por ejemplo, estudiar grupos de niños con relativa homogeneidad con respecto a su objetivo de estudio, en cuyo caso el hecho de que se puedan replicar las definiciones de su grupo de estudio puede determinar que se puedan utilizar o no sus resultados. Así como también puede interesarles el hecho de poner a prueba las predicciones que se derivan de su sistema de clasificación. Por otra parte, se requieren de clasificaciones para propósitos clínicos pues a alguien puede interesarle aplicar los resultados derivados de investigaciones sobre un trastorno dado a un caso particular y por lo tanto dejar sin clasificar algunos casos puede ser muy equívoco. Sin embargo, se puede abusar de las clasificaciones, como también se abusa de otras herramientas. Uno de estos excesos se da cuando las categorías se consideran más como cosas, que como conceptos y entonces esto da como resultado que se cosifica a los niños.

 

Otro problema puede ser que las categorías engloben factores muy diferentes o bien se considere que cuando un niño es llevado por sus padres a consulta es porque hay algo malo con él, cuando hay conductas que pueden ser adaptativas en un momento dado, las cuales en general se incluyen en algún diagnóstico como sería el caso de la impulsividad. Un problema más, puede ser que el diagnóstico en algunos casos oscurezca la heterogeneidad de la individualidad de los niños. Por lo anterior debe tenerse en mente que el objeto de la clasificación son los trastornos y no los niños. El hecho de abusar de las clasificaciones e incluso llegar a estigmatizar a los niños no es suficiente para abandonar la necesidad de clasificar las patologías infantiles.

 

Otro punto importante es si se deben emplear categorías o dimensiones. Las categorías tienen la ventaja de que con un sólo término, si éste se escoge de manera adecuada, se tiene un significado amplio y puede ser mucho más práctico para comunicarse con los padres y otros profesionales, que usar muchas dimensiones. Sin embargo, establecer categorías conlleva muchas veces el abuso de ellas sobre todo en los profesionales que están agobiados con mucho trabajo y quieren obtener reglas de oro para tratar a los pacientes, cuando cada uno de éstos tiene características individuales. Considerar dimensiones puede ser más atractivo para quienes se refieren a estresores que tienen diferentes grados, pero éstas también tienen riesgos. En la actualidad, la medicina y en especial la psiquiatría tiene que tomar en cuenta tanto las categorías como las dimensiones, pues muchas veces las primeras se pueden traducir en éstas últimas y viceversa.

Escoger dimensiones en lugar de categorías es complejo, difícil de resolver y la elección puede depender de las condiciones. Lo mejor es que se desarrollen sistemas de clasificación mixtos. Las clasificaciones multiaxiales como las que fueron establecidas en el DSM-IV podían ser clasificadas de distinta manera aún y tratándose del mismo caso, aunque quizá lo más deseable sería tener una sola categoría exhaustiva, es importante tener en cuenta, la posibilidad de una segunda enfermedad o problema por la presencia de dos patrones de síntomas simultáneos, tales como depresión y el TDAH. El problema aquí sería distinguir si en realidad estas manifestaciones son parte del mismo problema, o si realmente se trata de dos condiciones, que surgen en una persona por diferentes razones y en forma relativamente independiente. El problema de la comorbilidad se ha señalado ampliamente en la psiquiatría, pues dos problemas simultáneos se pueden dar porque comparten factores de riesgo o cuando se produce un mecanismo por el cual un trastorno da lugar al otro trastorno (Rutter, 2002). Cuando se tienen dos síndromes como trastorno hiperactivo y trastorno de ansiedad, en realidad ¿hay dos síndromes o son dos matices del mismo trastorno? En relación a las categorías es importante también que los sistemas sean flexibles, de tal manera que permitan un cambio para reflejar el avance en el conocimiento y las diferentes razones para que pueda haber coexistencia de diferentes trastornos. Dado que en muchas situaciones clínicas resulta difícil, si no es que imposible revisar todas las posibles categorías diagnósticas, algunos de los sistemas de clasificación usan las jerarquías para distinguir el problema principal de los secundarios. Otra de las dificultades de las clasificaciones es la de las categorías culturales específicas como el ataque de nervios y el latah, aunque la segunda se ha reconocido como un trastorno presente solamente en Malasia, y no es tan claro que sea un síndrome psiquiátrico.

Lo que sí ha sido reconocido con amplitud es el hecho de que hay variaciones en los términos que las personas de diferentes culturas usan para describir síntomas como la depresión y el significado que se da a distintas entidades como la ansiedad o a la conducta oposicionista en la infancia. De acuerdo a Rutter (2002) se han derivado otras categorías diagnósticas a nivel dimensional y por medio del análisis mutivariado, como las de Achenback y Edelbrok (1987), Vershulst y Áchenbach (1995), Achenbach, Dumenci y Rescorla (2003), pero él considera que estas dimensiones no han demostrado grandes ventajas sobre las clasificaciones categóricas, ni hay muchos estudios que indiquen su validez diagnóstica. Achenbach y Rescorla (2007) consideran que para evaluar la psicopatología del niño hay que ir de abajo hacia arriba, es decir partir de los problemas que reportan padres y maestros para establecer el diagnóstico, porque las categorías psiquiátricas van de arriba hacia abajo; esto es, primero se tiene un constructo y a partir de ahí se evalúa el problema del niño. Con esta base crearon diversos cuestionarios para evaluar la psicopatología de niños y adolescentes como ASEBA (Achenbach Systenz of Empirically Based Assessment), que incluye diversos cuestionarios para niños y adolescentes de diferentes edades. Otro aspecto importante es el que ha sido sometido a debate acerca de que las categorías diagnósticas deben estar fundamentadas en la etiología, lo cual no se da ni en la medicina con respecto a enfermedades tan conocidas como la diabetes y las enfermedades cardiovasculares, puesto que lo que se sabe de estas enfermedades es cómo se presentan las alteraciones psicofisiológicas. Otra perspectiva que debe tomarse en cuenta es que las causas de la mayoría de las alteraciones son multifactoriales y por lo tanto debe reconocerse que diferentes caminos pueden llevar al mismo síndrome (Rutter, et al., 1997).

Aunque es un hecho que los factores biológicos han contribuido al entendimiento de las alteraciones mentales, esto tiene limitaciones, ya que las mismas funciones cerebrales se ven alteradas en diferentes síndromes como la esquizofenia, el autismo y los trastornos hiperquinéticos (Howlin, 2002). Es indudable que algunos factores genéticos son muy fuertes en la determinación de algunos problemas mentales, sin embargo, no hay duda de que los factores derivados de las experiencias son igual de importantes cuando se trata de alteraciones persistentes, crónicas o recurrentes (Rutter, 2002). Entender el papel de los factores genéticos se complica debido a que los mismos factores contribuyen a la presencia de diferentes síntomas o síndromes. Se puede pensar que las características psicológicas se deben a la combinación de los factores genéticos y ambientales que actúan en una forma sinérgica y no aditiva. Por lo tanto, aunque la biología molecular y la genética han contribuido al entendimiento de las alteraciones mentales, no pueden explicar estos fenómenos en su totalidad. Tampoco la idea predominante en el siglo XX de que la maduración podría explicar todo, tiene sentido ahora. Sin embargo, las aportaciones que han hecho el estudio del desarrollo, la biología y la crianza deben guiar la investigación futura en el sentido de que estas tres perspectivas, que por lo general han estado separadas, hagan aportaciones interdisciplinarias. Al tomar en cuenta los puntos anteriores, Rutter (2002) sostiene que se pueden considerar tres tipos de trastornos en la infancia:

• Los que están bien validados

• Aquellos en que la evidencia apunta a que pueden validarse

• Los que tienen probabilidades de ser inválidos

En el primer grupo se incluye la esquizofrenia, el autismo, los trastornos depresivos, los de hiperactividad y el síndrome de Rett. El grupo de los síndromes probablemente válidos incluiría el trastorno obsesivo compulsivo, los trastornos de la alimentación, los tics y el síndrome de Tourette, las fobias específicas, los trastornos de estrés postraumático, los trastornos del apego, los bipolares y también considera que debe hacerse una distinción entre los trastornos antisociales que se presentan desde la infancia o los que surgen en la adolescencia. Los trastornos que es probable sean inválidos son aquellos que se derivan de subcategorías muy específicas y demasiado detalladas como el síndrome de Asperger y el mutismo selectivo; que es desconcer-tante para el clínico, pero que se deriva de categorías teóricas carentes de suficientes criterios diagnósticos.

PSICOPATOLOGÍA DEL DESARROLLO

Además del enfoque médico-psiquiátrico para la clasificación de los problemas del niño existe un enfoque más psicológico e interdisciplinario que es de la psicopatología del desarrollo. El término psicopatología del desarrollo destaca el valor de estudiar la psicopatología en relación con los cambios típicos que ocurren en la vida. Este enfoque sugiere un marco conceptual relacionado a hitos y secuencias en áreas físicas, cognitivas, sociales-emocionales y educativas del desarrollo. Achenbach (1992) considera la psicopatología del desarrollo como un macroparadigma para diferenciarlo de las teorías con variables, métodos o explicaciones más limitadas. Los paradigmas biomédicos, conductuales, psicodinámicos, entre otros, son considerados como microparadigrnas. Cada uno de los cuales tiene vida propia, pero también tiene relación con el macroparadigma de la psicopatología del desarrollo. Algunas de las diferencias entre este enfoque y otros sobre la psicopatología son el postulado de los psicólogos del desarrollo en el que se supone una continuidad esencial en el funcionamiento de síntomas graves y los ubica en la misma dimensión que las conductas normales. Los psiquiatras clínicos, en cambio, suponen de manera implícita que existe una discontinuidad tal que el desorden comportamental es interpretado como un tipo diferente al comportamiento normal. La psicopatología del desarrollo surge además porque hay la necesidad de una nueva orientación acerca de la etiología de la psicopatología, debido a que se han identificado fallas de modelos tradicionales en la explicación de la aparición y mantenimiento de desórdenes mentales y comportamentales. Se pueden ubicar algunas de estas fallas en afirmaciones tales como que:

• La misma entidad causará el mismo desorden en todos los individuos afectados

• Los mismos síntomas en diferentes edades deben estar causados por la misma entidad

• Las alteraciones específicas de los niños conducen a trastornos similares de los adultos

La psicopatología del desarrollo va más allá de los modelos tradicionales de enfermedad mental al enfatizar el funcionamiento biológico y psicológico en un modelo general de regulación del desarrollo. Otorga importancia a la presencia de vulnerabilidades biológicas y al equilibrio entre habilidades de afrontamiento y estrés en cada historia de vida del individuo. Por otra parte, las relaciones entre comportamientos tempranos y tardíos son entendidas en términos de continuidad de experiencias ordenadas o desordenadas que suceden a lo largo del tiempo, en interacción con características bio-comportamentales únicas del individuo. Una de las contribuciones de la aproximación del desarrollo es la identificación de factores que influyen en la habilidad del niño para organizar la experiencia y en consecuencia el nivel del nivel de funcionamiento adaptativo, ante factores de riesgo. Rutter (2002) analiza la relación entre aspectos genéticos, de desarrollo y ambientales con respecto a la psicopatología. Este autor considera que no hay duda que estos tres aspectos contribuyen tanto al riesgo de presentar alguna psicopatología como a la posibilidad de enfrentar adecuadamente los riesgos como el estrés. Sin embargo, como se mencion con anterioridad, los mismos factores genéticos están relacionados con diferentes patologías. Aunque los resultados llevan a esto, es posible que lo que suceda es que las investigaciones no sean tan claras.

Además, lo más importante no es estudiar los factores genéticos, de desarrollo y ambientales en forma aislada, sino la interacción entre ellos. Otra de las aportaciones de la psicopatología del desarrollo es que a partir de este paradigma surgen los modelos de riesgo, los cuales con frecuencia están basados en características de la familia, pues la investigación ha demostrado que hay una mayor probabilidad de ser esquizofrénico si hay antecedentes familiares. Es por ello que los estudios longitudinales tienen una importancia clara. Algunas investigaciones pioneras (Fish & Alpert, 1962; Mednick & Schulsinger, 1968) estudiaron a un grupo de hijos de padres con esquizofrenia con la finalidad de establecer factores de riesgo. Estos primeros estudios no dieron resultados definitivos, pero tuvieron el mérito de ubicar a sujetos en riesgo antes de que desarrollaran síntomas. Estos trabajos han llevado a desarrollar modelos más sofisticados de riesgo al plantear que también existen factores de protección que implican cambios en las trayectorias y que no se puede plantear causalidad lineal cuando se trata de psicopatología. La psicopatología del desarrollo trata de identificar los factores de riesgo de un individuo en particular en un contexto particular pues son pocos los factores de riesgo que se pueden considerar como generales o universales. Algunos de los factores de riesgo para los niños que se estudiaron en las primeras investigaciones fueron:

• Enfermedad mental de la madre (cronicidad)

• Ansiedad de la madre

• Pocas perspectivas en la educación del hijo

• Falta de educación de los padres

• Pertenecer a un grupo minoritario

• Estilo de interacción inadecuado

• Falta de apoyo familiar

• Sucesos de vida estresantes

• Maltrato de padres o cuidadores

• Bajo nivel socioeconómico

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Estas primeras investigaciones concluyeron que ninguno de estos factores es en sí mismo definitivo y que lo más importante es la acumulación de riesgos que se da en poblaciones vulnerables, pero además que hay diferentes formas de responder a los ambientes de alto riesgo dentro de las cuales se encuentra la adaptación positiva a pesar del riesgo. Estos conocimientos más adelante llevaron a establecer modelos de competencia que intentan explicar la naturaleza y causas de resultados exitosos del desarrollo, a pesar de situaciones de riesgo o vulnerabilidad y que se basan en estudios de procesos tempranos del desarrollo. Una de las finalidades de estos modelos ha sido identificar la interacción entre sistemas individuales y sociales que pueden dar lugar a resultados exitosos. También buscan factores específicos que puedan explicar el desarrollo adecuado de individuos que se consideran en alto riesgo: resistencia al estrés, invulnerabilidad y resiliencia (Masten & Coastworth, 1998). El concepto de adaptación (Masten, et al., 2006) es fundamental para la psico-patología del desarrollo, la cual es una aproximación integrativa para entender la conducta en el contexto y curso del desarrollo. Es una premisa fundamental de la psicopatología del desarrollo que entender las trayectorias hacia y en sentido opuesto del desarrollo positivo, así como la psicopatología son cruciales para poder promover la salud mental en el niño, además de aminorar la carga y sufrimiento que conlleva la psicopatología a los individuos, su familia y a la sociedad. Es por esto que la psicopatología del desarrollo se enfoca también en las competencias.

ESTRÉS COMO UN FACTOR DE RIESGO

La investigación sobre riesgo tiene sus raíces en la epidemiología y por lo tanto, también en la medicina. Se refiere a grandes rasgos, a la identificación de factores que acentúan o inhiben la posibilidad de desarrollar alguna enfermedad o problema, a los estados deficitarios y a su vez a los procesos subyacentes a ellos. La investigación sobre riesgo incluye una amplia gama de factores de riesgo a los que tanto los niños como los adultos están expuestos, algunos de ellos conducen a la enfermedad o problema (vulnerabilidad) mientras que otros pueden llevar a una conducta adaptativa positiva (resiliencia) (Gannezy, 1996). Los estudios sobre riesgo incluyen también una amplia gama de métodos que van desde el estudio de caso, pasando por los estudios transversales y hasta por los longitudinales. El rango de estudio incluye todo el ciclo vital, desde los niños hasta los ancianos. Un gran número de estudios se han enfocado en los niños que se considera que están en riesgo debido a factores cognitivos, biológicos y sensoriales. Se ha reconocido desde hace tiempo, que las experiencias estresantes de vida pueden tener un efecto adverso en el bienestar de las personas y pueden predisponer a la enfermedad física y mental (Garmezy & Rutter, 1985). Algunos estudios se han enfocado, y deberá seguirse en esta vía en el futuro, en la ocurrencia de diversos estresores y no a la observación de estresores aislados. Los psicofisiólogos se han enfocado en la relación entre las experiencias de vida estresantes y los cambios corporales.

 

Cannon sentó las bases para la investigación psicofisiológica que demostró que los sucesos externos relacionados con reacciones emocionales causan cambios en los procesos fisiológicos básicos. El reconocer la importancia de las circunstancias estresantes acumulativas y crónicas (Garmezy & Masten, 1994) es evidente ahora en los estudios acerca del riesgo. La relación entre el estrés y la enfermedad mental o el desarrollo de problemas en los niños, es controversial. Al hablar del estrés como un factor de riesgo en la infancia surge la pregunta de si los niños y niñas sufren de estrés. Mucho tiempo, la vida durante la infancia fue considerada como época de bienestar, libre de preocupaciones y de las responsabilidades del adulto. Otros autores consideran aún en la actualidad que los niños no pueden sufrir estrés porque no han desarrollado las condiciones cognitivas para experimentarlo. Sin embargo, con frecuencia tanto psicólogos, como educadores y otros profesionales de la salud ven niños angustiados y con reacciones emocionales negativas ante determinados acontecimientos de su vida, por lo que resulta difícil negar la existencia del estrés en esta etapa del desarrollo. ¿Se puede hablar entonces de estrés en la infancia?

En años recientes ha surgido un notable interés por estudiar el estrés, y sus repercusiones, en especial en determinar las variables asociadas a él. Se han realizado diversos estudios que demuestran el impacto negativo del estrés sobre la salud, en la medida de que influye sobre la capacidad de respuesta del sistema inmunológico de los individuos. Por otra parte, el estrés es también un factor asociado a la presencia de problemas emocionales y de salud mental. Uno de los pioneros en este campo fue Coddington (1972).

 

De acuerdo a Gore & Eckenrode (1996), las primeras investigaciones acerca del estrés y su relación con la salud mental se refieren a indicadores mayores como el nivel socioeconómico de la familia y las desventajas en cuanto a la salud mental como discapacidades o padres que sufrían de enfermedades mentales (Garmezy, 1974). Una segunda aproximación ha sido la de los estudios epidemiológicos que se refieren a estresores agudos para evaluar el papel de los estresores sociales y situacionales con la enfermedad mental.

 

A partir de estas investigaciones se desarrolla-ron dos modelos. El primero pretendía determinar si la acumulación de estresores podría explicar los efectos del contexto familiar y estructura social en la enfermedad mental. El segundo modelo pretendía mostrar que la asociación entre medidas de desventaja y la enfermedad mental se debía a una mayor vulnerabilidad a los estresores, en especial a los agudos o mayores, de las personas en desventaja. Estos estudios proporcionaron evidencia de que las personas de nivel socioeconómico bajo reaccionan con más fuerza a los estresores ambientales (Kessler & Essex, 1982; Turner & Noh, 1983).

 

Otra estrategia de investigación ha sido enfocarse en eventos críticos específicos como la transición a la pubertad, o en estresores familiares específicos como el divorcio de los padres. La evaluación del estrés diario en la infancia ha cobrado importancia en los últimos 20 años; se han desarrollado enfoques de evaluación a la par que los modelos teóricos explicativos. El estrés diario puede definirse como las frustrantes demandas y contrariedades que acarrea la interacción cotidiana con el medio ambiente (Trianes, 1999). Diversos autores coinciden en la idea de que no puede pasarse por alto que existe una interacción entre un suceso externo y las diferencias en la percepción del mismo, debido a las diferencias individuales, ya que lo que puede ser estresante para una persona puede no serlo para otra. Asimismo consideran el estrés como uno de los factores importantes entre las demandas del ambiente y los recursos individuales. Se puede definir el estrés como una reacción ante los eventos frente a los cuales el niño se siente amenazado, por lo tanto, es una reacción que implica una interacción de la persona con el medio ambiente. En el caso de los niños, Rutter (1996) considera que también ellos interactúan de manera activa con el ambiente y que no son receptores pasivos de las fuerzas ambientales. Este autor explica que el estrés se manifiesta en los niños cuando un factor físico, emocional o químico ejerce una presión significativa en la habilidad individual para funcionar de manera adaptativa y clasifica los eventos estresantes en población infantil en términos de efectos agudos o imprevisibles, efectos crónicos o previsibles, incluida una tercera categoría, denominada estresores neutros, constituidos por problemas o dificultades cotidianas que enfrentan los niños. En estos últimos, el evento no provoca un cambio significativo, sino que sólo se percibe como desagradable y es la acumulación de situaciones desagradables la que genera a largo plazo un estado estresante.

Considera, por lo tanto, que no hay que enfocarse en el estudio de estrés de un factor específico, sino en la acumulación de estresores que es lo que puede llevar a conductas negativas o psicopatológicas. Algunos estudios han confirmado esta aseveración (Seiffge-Krenke, 2000; Cheung, 1995, Grant et al, 2003). Cabe señalar que en la actualidad no se considera al estrés como un factor causal para desarrollar psicopatología sino más bien como un factor de riesgo. Yamamoto y colaboradores (1996) realizaron un estudio en diversas culturas en el que encontraron que los niños consideran estresantes las experiencias que han vivido, por lo que concluyeron que las respuestas de los niños se podían medir, incluso por parecerse tanto entre sí, para apoyar la hipótesis de que realmente existe una cultura de la infancia, que es común y comparten los niños, sin importar dónde crecen y cómo lo hacen. Aun así, es necesario tomar en cuenta las diferencias individuales al evaluar este proceso. También es claro que los niños están expuestos a diferentes estresores de acuerdo al medio ambiente en el que viven y de las tareas evolutivas a las que se enfrentan de acuerdo a su etapa de desarrollo. En este estudio realizado en seis países por medio de una lista de 20 situaciones, los estresores más frecuentes para los niños fueron: perder a uno de sus padres, quedarse ciego, ir al dentista, repetir el año escolar, fracaso en la clase y las peleas entre los padres. En esta investigación participaron 1729 niños de 7 a 15 años de edad provenientes de: EUA, Polonia, Sudáfrica, Australia, Inglaterra e Islandia. Uno de los elementos que llevaba a considerar que los niños no sufrían de estrés era el pensar que cuando los niños son pequeños no se dan cuenta de muchas situaciones, sin embargo, sabemos en la actualidad que éstos se dan cuenta de todo lo que sucede a su alrededor. Es obvio que de acuerdo a la etapa del desarrollo las preocupaciones de los niños varían y que no son las mismas que las de los adultos. También se ha encontrado que los padres en ocasiones ignoran lo que estresa a sus hijos. Evaluar el estrés en los niños resulta importante pues los pequeños con alto estrés pueden mostrar síntomas como: llanto, sudoración en las palmas de las manos, arrebatos agresivos o defensivos, irritabilidad, dolores de cabeza y de estómago, comportamientos nerviosos (por ejemplo, retorcerse o arrancarse el pelo, mascar y chupar objetos o partes del cuerpo, morderse piel y uñas, rechinar o apretar de dientes), también pueden presentan alteraciones del sueño, cambios en los hábitos alimentarios y fracaso escolar.

CUESTIONARIO DE ESTRÉS EN NIÑOS

La primera versión de este cuestionario (Lucio, Durán & Heredia, 2010) se elaboró en 2004 como resultado de un proyecto de tesis que para obtener el grado de Doctora en Psicología (Verduzco, 2004). Esta versión constaba de 33 reactivos y una escala de respuesta del O al 10. Dado que algunos de los pequeños tenían problemas para comprender esta escala y además que algunos de los reactivos no resultaban tan actuales, además de que había algunas omisiones en cuanto a las preocupaciones de los niños, se elaboró una segunda versión como una corrección al mismo por (Lucio et al., 2009), esta segunda versión se validó y se aplicó a un grupo de 221 niños. A partir de los resultados de esta aplicación se desarrolló la versión final del instrumento (Lucio, Durán y Heredia; 2011) que consta de 45 preguntas, 44 reactivos de opción múltiple con opciones de respuesta de nada, poco, bastante y mucho, los cuales son presentados en conjunto con una escala pictórica, así como una pregunta abierta que evalúa afrontamiento; dicho cuestionario fue diseñado para aplicarse a niños de entre 8 y 12 años en forma individual o colectiva, y su uso puede ser para finalidades de evaluación e investigación, así como un apoyo para la intervención. Para validar el cuestionario, éste se aplicó a 437 niños de escuelas públicas y privadas de la ciudad de México. Después de eliminar los cuestionarios que resultaron no válidos por diversas razones tales como, no tener el consentimiento informado firmado por el padre o tutor, no estar dentro del rango de edad establecido, o bien haber presentado inconsistencia en las respuestas del instrumento, así como no haber contestado el 10% de las preguntas del cuestionario sin tomar en cuenta a los niños que no tienen hermanos o mascota; al final se tuvo un total 437 niños distribuidos de la siguiente manera de acuerdo a la edad: (ver figura 1-1). Se trató de equilibrar la muestra de acuerdo al sexo, por lo que fueron 215 niños (49.2%) y 222 niñas (50.8%). En cuanto al grado escolar se aplicó de 3° año a 6° año, el 22% fueron de tercero, el 23.6% de 4°, el 26.3% de 5° y el 28.1 % de 6". En cuanto al tipo de escuela el 49% fueron de pública y el resto (51%) de privada. Los reactivos se agruparon en ocho factores de acuerdo a la siguiente tabla:

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Además de este análisis factorial, se obtuvieron los coeficientes de confiablilidad  de los ocho factores que se presentan en el siguiente cuadro:

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Como puede observarse, los cuatro primeros factores son los más confiables. Los dos primeros son los que tienen una confiabilidad más alta. La confiabilidad total del cuestionario es muy elevada (.91) por lo que en todos los casos es conveniente utilizar el cuestionario completo, ya que el tiempo de aplicación es breve.

RESILIENCIA

Otra de las aportaciones del enfoque sobre psicopatología del desarrollo es la línea de investigación acerca de la resiliencia. La cual, desde esta perspectiva se origina en el trabajo con niños, hijos de esquizofrénicos en la década de 1960-70. Gramezy (1974) encontró que entre los hijos de estas personas que tenían un alto riesgo de psicopatología había un grupo de niños que mostraban sorprendentes patrones de adaptación sanos. En la década de 1990-2000 y en los años posteriores empiezan a proliferar estudios sobre la resiliencia relacionada con otros problemas.

 

Investigaciones más recientes indican que la resiliencia parece ser específica de un área del desarrollo y que los niños en riesgo pueden mostrar importantes for-talezas en un área y notables deficiencias en otras (Luthar, Doernberger & Zigler, 1993). La resiliencia le da importancia primordial a los factores de vulnerabilidad y protección más influyentes haciendo énfasis en los modificadores de desarrollo más moldeables. Al ser un enfoque que toma en cuenta el contexto social se enfatizan los dominios de la familia y la comunidad. La primeras investigaciones en resiliencia llevaron a una revolución en el estudio de la psicopatología de los niños y el tratamiento de sus problemas (Masten & O'Dougherthy, 2006). James Anthony (1974) identificó un grupo de niños invulnerables que resistieron el hecho de ser arrastrados por la psicopatología de sus padres, aún, cuando sentían compasión por ellos. Michael Rutter (1979) identificó un subgrupo de niños caracterizados por rasgos tales como creatividad, competencia y eficiencia.

En la década de 1980 aparecen más estudios acerca de la resiliencia. Luthar (2006) señala que hay dos artículos básicos en este periodo: el reporte del estudio sobre competencia de la Universidad de Minnesota de Garmezy, Masten & Tellegen (1984) que va a influir de manera profunda en cuanto a la metodología de los estudios subsecuentes y, el artículo de Rutter (1987) que hace un análisis conceptual del constructo de resiliencia. Otros avances en el estudio de la resiliencia (Masten, 2001) fueron identificar:

• Los atributos de los niños resilientes

• Las propiedades de sus familias

• Las características de su red social amplia

• Los cambios en la resiliencia

• El potencial de la resiliencia como un enfoque fluctuante y no fijo

• Que el objetivo principal de la resiliencia es identificar la vulnerabilidad y los factores protectores que puedan modificar los efectos negativos de una vida adversa

• Los mecanismos y procesos que subyacen a esta modificación

• Los marcadores de la vulnerabilidad

Suniya Luthar (2006) define la resiliencia como una adaptación positiva, a pesar de experiencias significativas de adversidad y traumas. Incluye dos aspectos: adversidad y adaptación positiva. Para esta autora la resiliencia no se mide en forma directa, se infiere de manera indirecta, por lo que no tendría sentido crear una escala de resiliencia. Al considerar los dos componentes del constructo, el riesgo se define en términos estadísticos, de probabilidades. Tal como lo señala Masten (2001), una condición de riesgo es aquella que tiene probabilidades altas de llevar a la desadaptación en áreas significativas. La exposición a la violencia en la comunidad, por ejemplo, es un factor de riesgo, así como tener una madre depresiva; lo anterior porque los estudios han mostrado que los niños que viven la violencia en la comunidad pueden mostrar más problemas de conducta que aquellos que no viven en esa situación, y los hijos de madres depresivas tienen una probabilidad ocho veces mayor de desarrollar depresión que aquellos que no la tienen. (Wickramaratne & Weissman, 1998). Los estudios acerca de la resiliencia se pueden llevar a cabo desde diferentes perspectivas. Por ejemplo, los realizados acerca de las características de los individuos basados esencialmente en comparaciones entre grupos de niños que experimentan alto riesgo y muestran una competencia alta con otros que varían en estas dos dimensiones.

 

Las comparaciones con grupos de alto riesgo y baja competencia pueden ayudar a comprender la protección contra la adversidad, mientras que las realizadas entre grupos de bajo riesgo y competencia alta pueden ayuda a entender si en los niños resilientes ésta se puede equiparar con la de aquellos que han vivido en un ambiente benigno. Es más complicado identificar grupos resilientes cuando se utilizan diversas medidas de competencia. Una estrategia es estandarizar y sumar los puntajes de las diversas competencias.

 

Otra posibilidad es establecer puntuaciones de corte que representen la adaptación positiva y negativa. En la actualidad los investigadores han comenzado a combinar ambas estrategias. Los estudios prospectivos a largo plazo, de tipo longitudinal, son esenciales para poder comprender no sólo el desarrollo de los conflictos en los niños sino también a lo largo de todo el ciclo vital. Cada vez hay un número mayor de este tipo de estudios (Werner & Smith, 2001; Laub & Sampson, 2003; Fergusson & Horwood, 2003). Junto con el aumento de esta clase de investigaciones se emplean también nuevas técnicas como el modelamiento jerárquico lineal.

 

Otra perspectiva importante en el estudio de la resiliencia es avocarse a los modificadores del riesgo. Esto es complicado porque cuando se usan mediciones bipolares a veces es difícil interpretar el papel de variables como la extraversión; más complicado aún resulta la interpretación de las interacciones entre las diversas variables.

 

Para Garmezy, Masten y Tellegen (1984) se deben detectar aquellos factores que están asociados con resultados mejores que los esperados. Hace cerca de dos décadas Garmezy advirtió sobre la posibilidad de que las conexiones estadísticas entre diversos factores se confundieran con las interacciones entre el individuo y su ambiente. Este autor también enfatizó la comprensión de los procesos subyacentes, por lo que para la investigación actual en resiliencia es importante hacer estudios que permitan planear intervenciones.

 

Se debe ir más allá de encontrar las relaciones entre las competencias y otras variables para poder explicar los procesos subyacentes a ellas. Se sugiere que en la actualidad los trabajos en resiliencia enfaticen por una parte los estudios de caso de tipo cualitativo, así como también se proponga recolectar evidencia de intervenciones clínicas; es decir, no sólo debe buscarse la comprensión de la resiliencia, sino esto debe llevar a intervenciones clínicas que la promuevan. 

Masten y Obradovic (2006) consideran que han habido tres grandes fluctuaciones en el estudio de la resiliencia y nos encontramos en la cuarta.

 

Las tres primeras se enfocaban a la conducta y tenían sus orígenes en la medicina, la psicología y la educación.

Es en 1970 cuando en el estudio de la conducta adaptativa y saludable se incluye el enfoque más amplio de la psicopatología del desarrollo. En la primera década, los investigadores se enfocaron a estudiar a aquellos niños que estaban adaptados a pesar de vivir en situaciones de riesgo. Si bien este trabajo inicial era bastante descriptivo, tenía un objetivo muy ambicioso que consistía en encontrar las diferencias en este tipo de niños, para con ello poder mejorar las condiciones de vida de aquellos niños que por vivir en situaciones adversas y de vulnerabilidad se encuentran en riesgo. Como resultado de lo anterior, se propuso entonces una pequeña lista de factores que podrían considerarse protectores. Seguido de esto, en una segunda época se enfocaron a entender los procesos de aquellos sistemas regulatorios asociados con esa lista. Una tercera época se enfocó a promover la resiliencia a través de tareas de prevención e intervención, pues había una urgencia de atender a los niños vulnerables. Se han considerado las relaciones familiares firmes y profundas como un factor para mantener una buena adaptación en una situación de adversidad. Los primeros estudios sobre resiliencia demostraron que cuando hay una relación cercana con alguna de las figuras parentales, ésta puede servir de factor protector ante situaciones de riesgo (Garmezy, 1974; Murphy & Moriarty, 1976; Rutter, 1979; Werner & Smith, 1977).

Aún, cuando los factores de riesgo provienen del interior de la familia, por ejemplo, cuando un padre es enfermo mental, una fuerte relación con el otro padre puede ser proporcionar una protección sustancial. Entre los niños, hijos de padres alcohólicos (Berlin & Davis, 1989) se ha encontrado que el apoyo de la madre y la calidez en la crianza incidieron en que los descendientes no resultaran alcohólicos en la edad adulta. Además de los cuidadores primarios están los hermanos, los cuales pueden ayudar a modificar los efectos en situaciones de alto riesgo. Sin embargo, contrario a esto, los hermanos pueden también agravar la vulnerabilidad en familias de riesgo. Una fuente de apoyo que resulta decisiva en potencia para los niños en riesgo yace en la familia extendida, con efectos benéficos; por ejemplo, en México en algunos casos las abuelas proveen algunas de las necesidades que a veces las madres no pueden satisfacer (Elder & Conger, 2000; McLoyd, 1997). Otro constructo fundamental para el desarrollo de la resiliencia es lo que respecta al área de la disciplina en donde se deben considerar no sólo los límites, las reglas y las expectativas, sino que además los padres tienen la responsabilidad de ejercer vigilancia sobre sus hijos. El grado en que aquéllos definen con claridad los límites y refuerzan las reglas de manera constante resulta decisivo para lograr la responsabilidad en los niños. Por el contrario, una disciplina muy dura exacerba la vulnerabilidad y la conducta desadaptativa. Como lo dice Patterson (1983) cuando los padres responden a los niños con enojo, de tal forma que la disciplina resulta coercitiva y basada en el poder, los niños aumentan su conducta aversiva y tratan de controlar a los padres. El efecto positivo de la constante supervisión y guía de los padres se ha demostrado en diferentes investigaciones con niños de primaria, aún en contextos de riesgo alto (Buckner, et al., 2003). Este efecto es todavía más claro en los adolescentes y preadolescentes que tienen una mayor independencia de sus padres y por su etapa del desarrollo están más expuestos a riesgos relacionados tanto con sus pares como con su comunidad. Como resultado de estas investigaciones los antropólogos (Jarret, 1999) han identificado algunas estrategias utilizadas para poner límites en algunas áreas de riesgo como evitar zonas peligrosas y no salir de la casa a determinadas horas. Las relaciones positivas con pares pueden ayudar a disminuir la vulnerabilidad de los niños en riesgo, puesto que permiten mejorar las habilidades de socialización que no adquirieron en sus hogares (disfuncionales). El aprendizaje asistido de pares puede dar como resultado un aumento significativo de los logros académicos. Los factores protectores de riesgo mencionados pueden ayudar a adquirir con éxito las tareas importantes del desarrollo. Algunas de las conclusiones de los conocimientos derivados del enfoque de resiliencia en relación a competencias y tareas del desarrollo son las siguientes:

• La adaptación es evolutiva por naturaleza

• El éxito en tareas destacadas del desarrollo de un periodo facilita el éxito en otras tareas del desarrollo posteriores

• La competencia y los síntomas están relacionados por diversas razones entre las cuales se cuentan que los fracasos aumentan los síntomas y que existen causas comunes que aumentan los síntomas y disminuyen las competencias

• El éxito o el fracaso en múltiples dominios puede tener efectos de cascada en otros dominios que pueden llevar al éxito o problemas de adaptación en otras áreas

• Las intervenciones para promover el éxito en algunas tareas del desarrollo pueden tener efectos preventivos en relación a problemas emocionales o de conducta

La resiliencia puede considerarse un concepto amplio que incluye muchos conceptos relacionados con patrones positivos de adaptación en un contexto adverso. Dentro de su enfoque la resiliencia incluye un fenómeno en el que la adaptación de un sistema (el ser humano) se ha visto amenazada por experiencias capaces de alterar su funcionamiento. Para estas autoras (Masten & Obradovic, 2006) la resiliencia es de manera básica inferencial y para hablar de ésta se requieren criterios para identificar si un sistema está funcionando como debería funcionar y también si ha habido una amenaza potencial al sistema. Por lo tanto, si uno identifica a un niño como resiliente, se han hecho dos juicios: el niño muestra una adaptación positiva v ha habido amenazas (riesgo a su adaptación). Una de las contribuciones de Ann Masten y Coatsworth (1998), a través del proyecto de competencias, se enfocó en establecer criterios para éstas con el fin de considerar la adaptación como positiva y en particular las competencias más significativas de acuerdo a las tareas del desarrollo. Este se encaminó a la adaptación externa desde una perspectiva del desarrollo más que a un sentimiento interno de bienestar, sin ignorar la salud emocional, sino que ésta se estudiaba en relación a las competencias del niño y las tareas del desarrollo. El concepto de tareas del desarrollo enfatiza la naturaleza evolutiva de los estándares desde los cuales se evalúa el éxito y la adaptación. La idea de tareas del desarrollo fue tomada en cuenta de alguna manera por la teoría del desarrollo psico-sexual de Freud (1905) y la del desarrollo psicosocial de Erikson (1902), sin embargo, se puede considerar que fue Havinghurst (1972) quien articuló el papel de las tareas del desarrollo en relación a las expectativas, la educación y la sociedad. Este autor consideraba que vivir en sociedad impone a los individuos una serie de tareas por aprender y lograr para obtener aprobación. Aunque Havighurst estaba interesado de manera particular en la relación de las tareas del desarrollo con la educación, delineó algunas tareas del desarrollo en diversos aspectos y estadios de la vida social. Distinguió algunas como aprender a caminar, hablar y leer, así como distinguir entre el bien y el mal. Waters y Sroufe (1983) integraron el concepto de competencia en una teoría organizacional del desarrollo y conceptualizaron la competencia como un concepto amplio que se refiere a la habilidad de un individuo para coordinar su funcionamiento psicológico (conductual, afectivo y cognoscitivo) con los recursos del ambiente para lograr las metas del desarrollo. Aunque hay diversas perspectivas acerca de la competencia, todas ellas concuerdan en que:

• Se refieren a conductas y procesos relacionados de manera consistente a la eficacia de la adaptación al ambiente

• Hay diferencias individuales con respecto a las conductas eficientes que pueden evaluarse

• Las conductas eficientes están relacionadas con cambios en el desarrollo

• La adaptación requiere coordinación e integración de diversas funciones del organismo dirigidas a obtener logros

• Hay muchos procesos involucrados para facilitar el funcionamiento adecuado en el ambiente

• Algunos de estos procesos involucran procesos dentro del individuo, mientras que los otros se refieren a interacciones de la persona con los otros sistemas en los que se desenvuelve, incluyendo las relaciones con otros.

Masten y colaboradores (2006) se refieren al concepto de competencia como una familia de constructos relacionados con la capacidad o motivación de, procesos de, o resultados que indican una adaptación eficaz en el ambiente, que de manera regular se infiere a partir de una trayectoria de eficacia en el logro de las tareas del desarrollo destacadas de acuerdo a la edad e incluidas siempre dentro del contexto del desarrollo cultural e histórico. Esta definición tan amplia puede llevar también a competencias específicas como la académica o bien competencias más restringidas como la capacidad de leer. Por lo tanto, las competencias amplias o restringidas pueden alterarse o disminuirse por diversas razones como daños al organismo, relaciones o transacciones problemáticas con el ambiente, experiencias traumáticas en la vida y muchos otros procesos que afectan tanto la capacidad de adaptación como de logro en diversas áreas.

A partir de diversos estudios y perspectivas, Masten (2006) plantea que de acuerdo a su proyecto de competencias pueden considerarse como fundamentales, para los primeros años de vida, en las sociedades industriales contemporáneas las siguientes:

NIÑOS EN EDADES DE GUARDERÍA, ÍNFANTES Y NIÑOS PEQUEÑOS

• Apego a uno o más adultos

• Aprender a sentarse, pararse, caminar, correr y saltar

• Adquirir lenguaje funcional

* Obediencia a órdenes e instrucciones sencillas de los adultos Control de esfínteres Autocontrol de conductas agresivas prohibidas como golpear

* Jugar en forma adecuada con los juguetes y otras personas

NIÑOS EN EDAD ESCOLAR

• Aprender a leer y escribir

• Aprender matemáticas elementales

• Comportarse en la escuela en forma adecuada y poner atención

• Seguir reglas de conducta en la escuela, en la casa y en lugares públicos

• Llevarse bien con los compañeros en la escuela

• Hacer amistad con los compañeros

la adquisición de esta serie de competencias en la niñez posibilita una adaptación exitosa en el desarrollo posterior y aún en otros dominios que son menos importantes, por lo que es conveniente examinar si los niños adquieren las competencias antes mencionadas, ya que las adquiridas en otras áreas no son tan importantes.

 

Por otra parte, muchas experiencias a lo largo de la vida, como elecciones erróneas y sucesos negativos abrumadores, pueden impedir el logro de estas tareas del desarrollo; lo cual produce desde disfunciones hasta síntomas o trastornos.

 

Los niños que no logran las tareas del desarrollo básicas deben preocupar no sólo a los padres sino también a los maestros y a su comunidad, por ejemplo, un pequeño que no muestra ningún signo de apego con sus padres durante el primer año, o bien, un niño en edad escolar que no puede leer después de algunos años de instrucción escolar.

 

Masten (2006) considera también que adquirir o no estas competencias se relaciona con la calidad de vida y por lo tanto con la psicopatología, la adaptación positiva y la resiliencia.

 

Como es notorio el enfoque de psicopatología del desarrollo enfatiza la prevención s la salud mental por lo que no toma en cuenta aspectos deterministas y privilegia la investigación sobre el riesgo (Luthar, 2006). Por lo que la investigación acerca del riesgo resulta indispensable para este enfoque. De esta manera, es importante desarrollar instrumentos que permitan evaluar el riesgo de manera objetiva.

 

Es por ello que dentro de las aportaciones de las líneas de investigación sobre adolescencia que se han desarrollado en los últimos años a través de este proyecto, se ha dado especial importancia al desarrollo de instrumentos que tengan validez dentro de la población mexicana para evaluar factores de riesgo y proyección.

SOCIEDAD Y PSICOPATOLOGÍA

Para tratar de entender el desarrollo del niño y sus posibles alteraciones es necesario considerar que se trata de un ser biopsicosocial, que está en constante interacción con el medio; es así que éste va a influir de manera sustancial en su desarrollo y comportamiento.

Siempre que pensamos en un niño, de inmediato lo asociamos a su vida familiar. Es así que la interacción que ahí se establezca va a ser determinante en lo que será ese niño en su vida adulta. Las interacciones que se den en la familia, van a estar determinadas en cierta manera por el contexto social en que ésta viva, donde hay que considerar las costumbres, los valores y las demandas que la misma sociedad hace a la familia.

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La influencia del contexto social sobre el núcleo familiar afectará la interrelación entre sus miembros y por ende el comportamiento de los mismos. El entorno en que se desenvuelve el niño puede ser considerado como un indicador de salud o por el contrario de enfermedad o patología.

En la medida que las conductas se desvíen de la norma del contexto social o familiar, se considerarán como anormales o patológicas pueden llegar a ser clasificadas dentro de una nomenclatura diagnóstica.

 

Por lo general, dicho diagnóstico está basado en el enfoque médico, donde se considera que la enfermedad se debe a componentes neurofisiológicos, en especial en el cerebro. Existe otro enfoque sobre el diagnóstico que considera que la enfermedad proviene de las influencias del exterior, las cuales trastornan el cuerpo. Así, se busca en el medio ambiente, las causas que provocan la alteración de la conducta. En este enfoque se considera la interacción entre los sujetos, así como su historia familiar y las relaciones emocionales.

Durand & Barlow (2007), mencionan que se ha demostrado cómo los factores psicológicos y sociales afectan la salud física, y en el caso de los niños pueden interferir en su desarrollo.

Existe una gran variedad de enfermedades médicas que dan como resultado trastornos mentales identificados con claridad y a los que se han denominado secundarios. Son numerosas las enfermedades médicas que generan trastornos mentales en individuos susceptibles, entre éstas predominan las endocrinológicas, las cardiopatías, las inmunológicas y las neurológicas. Existe una estrecha relación entre los trastornos físicos y los psicológicos como el estrés, la ansiedad y la depresión.

Los estudios de Cohen y Herbert (1996) han demostrado que existe una conexión entre el estrés y el funcionamiento del sistema inmunológico, el cual disminuye cuando la persona está sometida a mucha tensión. En la actualidad, uno de los principales trastornos que afectan nuestra salud, es la depresión porque mengua el sistema inmunológico (Herbert & Cohen, 1993; Stone, 2000). (Cit. en Durand, 2007). La salud mental se puede ver afectada por diferentes factores que la hacen más vulnerable, como es el socio-económico, la raza y el género (Nathan & Harrus,1983).

En un estudio realizado por Sandoval De Escurdia y Richard Muñoz (2001) sobre la salud mental en México se revisaron los múltiples factores que influyen sobre ésta, los cuales a continuación se mencionan:

• El factor pobreza afecta de diferente manera al bienestar de las personas. De acuerdo con la Secretaría de Salud Pública la pobreza origina problemas de mala nutrición, carencia de servicios básicos, marginalidad, acceso limitado a los servicios educativos y de salud; los cuales repercuten de manera directa en las condiciones de vida de la familia y de la sociedad. Encuestas recientes han demostrado que las familias pobres tienen una mayor prevalencia de depresión y trastornos de ansiedad; los niños que viven en la pobreza se encuentran más expuestos a enfermedades médicas, estrés familiar, apoyo social inadecuado y a la depresión de los padres. La pobreza se asocia con la falta de apoyo y de estimulación, ambientes caóticos, estrés psicológico y bajo control en la familia. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental. México, 2001. ISBN 968-811-994-6).

• Trabajo. El desempleo puede ser una de las causas por la cual las personas presenten síntomas depresivos. Quienes están desempleados tienen más síntomas depresivos que aquellos que encuentran trabajo (Bolton & Oakley, 1987; Kessle). Cit. en Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental. México, 2001. ISBN 968-811-994-6.

• Educación. Se ha encontrado una asociación significativa entre la prevalencia de "trastornos mentales comunes" y el bajo nivel educacional (Patel & Kleinman, 2003).

• Violencia y trauma. En comunidades afectadas por la pobreza, la violencia y el abuso son frecuentes. (OMS). La violencia intrafamiliar puede dejar lesiones no sólo físicas sino también psicológicas. Como mencionan Ruiz-Jarobo y Blanco (2004), la violencia intrafamiliar deja lesiones en el cuerpo de las víctimas y tal vez irreparables en su esfera psicológica. Existen otros tipos de violencia como son la patrimonial, la económica, la sexual que viene acompañada de amenazas recriminaciones, sentimientos de culpa, entre otras, que ahondan el daño emocional del agredido(a). Estas autoras consideran que entre los problemas psicológicos que ocasiona la violencia se encuentran la ansiedad, depresión, ideas, de suicidio, trastornos del sueño de la alimentación (comidas irregulares, anorexia, bulimia, estrés postraumático).

• Mujeres trabajadoras. En la actualidad un gran número de mujeres mexicanas trabajan fuera del hogar. Esto ha implicado que se realicen cambios en la dinámica familiar por el cambio de roles, valores, estilos de crianza, entre otros (Esquivel 1995).

En muchas ocasiones las mujeres se ven sometidas a dobles cargas de trabajo que les provoca mayor tensión y por consiguiente se pueden presentar mayores problemáticas mentales como la depresión. Asimismo, la mayor participación de las mujeres en el mundo del trabajo incrementa a su vez el número de menores que crecen al margen del cuidado y la vigilancia de ambos padres, así como de aquellos que ingresan de manera temprana al mercado informal de trabajo. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

• Población rural. Las características de la vida rural en México, como la falta de oportunidades de trabajo, de infraestructura básica, de servicios de salud y de satisfactores, alimentación deficiente y mal balanceada, oportunidades limitadas para contraer matrimonio fuera del círculo familiar, que incrementan los factores genéticos de riesgo, aunados al abuso en el consumo del alcohol, embarazos de adolescentes, depresión y limitaciones en el desarrollo de las funciones cerebrales superiores, son factores que favorecen la prevalencia de pacientes con problemas mentales. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental.)

• Niños y niñas en situación de calle. Debido a la necesidad que tienen de trabajar para subsistir o para contribuir al gasto familiar, se ven afectados en una serie de áreas como son la educación, la salud, el manejo de la agresión, la seguridad, entre otras. Viven expuestos a la violencia social, uso de drogas, abuso sexual, la prostitución y explotación. Estas experiencias pueden afectar la salud mental de los menores al presentar retraimiento emocional, ansiedad, depresión y problemas para relacionarse.

• Personas con discapacidad. En México la discapacidad se asocia con otro factor de vulnerabilidad que es la pobreza. Si la población discapacitada no es atendida de manera adecuada, padece desajustes psicosociales, problemas de desintegración familiar, analfabetismo, desempleo, mendicidad y problemas económicos graves; todos ellos, estresores emocionales importantes. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

• Menores farmacodependientes. El consumo de drogas en México se ha extendido a casi todos los grupos sociales; es considerado un problema de salud pública, además de estar relacionado con acciones delictivas y violentas. La relación con la familia de origen es de suma importancia para explicar las variaciones en los índices del consumo de drogas. Los resultados muestran que vivir en la calle es el factor de riesgo más importante para usar drogas, 56% de los menores que viven en esas circunstancias en comparación con solamente 5% de los que viven en su casa han usado drogas. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

• Madres adolescentes. La maternidad y paternidad adolescentes son fenómenos de actualidad. Son innumerables los factores de involucrados en el embarazo en la adolescencia: falta de información sobre educación sexual y reproductiva, familias disfuncionales, consumo de drogas, reproducción de patrones culturales, falta de oportunidades de desarrollo para los jóvenes y la presencia de problemas mentales como el trastorno por déficit de atención, entre otras. Las mujeres que inician la maternidad en esta etapa de su vida ven reducidas las posibilidades de permanecer en el sistema educativo o de incorporarse al mercado de trabajo.

Enfrentan situaciones de conflicto, que les significan cambios fundamentales en su condición y las exponen a experiencias de vida con soledad, dolor emocional, intolerancia y tensiones emocionales fuertes que las afectan tanto a ellas como a sus hijos. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

• Adultos en plenitud. Los principales padecimientos que se vinculan con los adultos mayores son las enfermedades degenerativas como las demencias, enfermedad de Parkinson, diabetes mellitus, y otras. Las pérdidas paulatinas que tiene el adulto mayor, ya sea de su empleo, de sus seres queridos, del grupo de amigos, de la pareja, de sus bienes, de sus capacidades o de su salud, genera en ellos un estado de ánimo depresivo y de aislamiento. La familia, a su vez, se ve violentada y desorganizada por esas circunstancias y la mayoría de las veces se siente incapaz de afrontarla, lo cual propicia diversas manifestaciones de maltrato físico y emocional y en diversas ocasiones, de abandono, rechazo e indiferencia. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

• Población indígena. Los diferentes pueblos indígenas son un grupo que se identifica como el menos saludable, con menores niveles de escolaridad, de empleos, de economía y de vivienda, y también por la falta de infraestructura en sus comunidades para atender problemas de salud. Todos estos factores contribuyen a un nivel de salud bajo y a propiciar un círculo vicioso de desventajas en las comunidades indígenas que los hace propensos a padecer enfermedades mentales. En el país están identificados al menos 63 grupos indígenas cuya esperanza de vida al nacer es de 69 años, a diferencia de 74 años en la población nacional. La tasa de mortalidad es 58% más alta entre los niños indígenas, la desnutrición crónica es el principal problema de salud y convierte a los niños indígenas en una población en extremo vulnerable a padecer retrasos en el desarrollo físico y mental. Con mayor probabilidad de presentar complicaciones durante el embarazo y que tengan hijos con bajo peso al nacer o prematuros. Para la población con diferencias étnicas y lingüísticas, el racismo y la discriminación también afectan los niveles de salud mental.

• Población migrante. México, se ha convertido en un expulsor de población económicamente activa, la cual busca de opciones de sobrevivencia al salir del país, aunque se exponga a los riesgos y tensiones que implica el cambio de residencia, la adaptación a una cultura diferente, la discriminación étnica, la incertidumbre económica y la preocupación por el abandono de la familia. Esta población, al llegar a otro país con una cultura diferente, se enfrenta a situaciones de gran estrés para lograr su adaptación a la barrera del idioma, la discriminación, la pérdida de su identidad, sentimientos de autodevaluación y de inadecuación, miedo, conductas persecutorias que los llevan a estar en constante estado de alerta, desconocimiento de las leyes, que con frecuencia provoca que sean arrestados y encarcelados. Estas tensiones, son desahogadas a través del consumo de alcohol o de otro tipo de sustancias a las que tienen acceso, así como por caer en conductas de riesgo sexual. (Secretaría de Salud. Programa de Acción: Salud Mental).

FAMILIA

Importancia de la familia en el desarrollo del níño

Teorías de la familia

Como se mencionó con anterioridad, para entender al niño y sus diferentes conductas es necesario tomar en cuenta el contexto en el que éste vive. Su primer contacto social es con la familia y las interrelaciones que en ella se establezcan influirán en su desarrollo de manera directa. Es así que para entender la dinámica familiar se debe partir de un marco teórico. La concepción de familia ha sido estudiada desde diferentes enfoques:

Teoría de la interacción

Luis Flaquer (1998) ha señalado que la familia contemporánea se mantiene gracias a la densidad de su interacción psicológica. Se basa en lo mencionado por Burgess en el sentido de que familia era una unidad de personalidades en interacción.

La reciprocidad que mantiene las relaciones entre la pareja adulta, y entre padres e hijos, es lo que constituye la vida familiar. Además, la familia desarrolla una concepción de sí misma que incluye el sentido de responsabilidad que cada miembro tiene con los otros, obligaciones que se definen en los roles familiares y la noción de lo que la vida familiar es o debería ser. Las personas desarrollan un sentido de identidad derivado de la interacción que tienen con los demás en la vida cotidiana; inclusive, la vida familiar. De acuerdo con Peterson y Rollins (1987), en la correlación familiar se aprenden un conjunto de significados que permiten a los miembros de la familia comunicarse y compartir experiencias. Desde la perspectiva del interaccionismo simbólico, padres e hijos desempeñan sus respectivos roles, para así desarrollar el conjunto de expectativas mutuas que comienzan a guiar o constreñir sus conductas en las relaciones paterno-filiales. (Cit. en Gracia 2000).

Teoría del conflicto

Menciona que el conflicto, la competencia y la lucha son elementos básicos de la vida social humana. En la familia, como grupo social y como institución social, sus miembros buscan su propio interés y no hay razón para asumir que de forma natural compartan y trabajen hacia el logro de metas comunes. Con base en el análisis de Farrington y Chertok (1993) en las familias también existen importantes diferencias de poder basadas, por ejemplo, en el género o la edad, las cuales facilitan a algunos de sus integrantes lograr sus intereses. Esta distribución desigual del poder puede ser una fuente de conflictos; de ahí la importancia de la negociación y el compromiso en la redistribución del poder en la familia como mecanismo de manejo y regulación del conflicto. A nivel intrafamiliar éste se puede manifestar en cada uno de los miembros de la familia por sus estados emocionales intrapsíquicos y en conductas conflictivas específicas. Además del conflicto per se, este enfoque también se centra en las formas en las cómo se crea y se mantiene el orden en la familia a través de 1) la fuerza, la coerción y la obligación o 2) negociación, los pactos y el compromiso. Desde la teoría del conflicto se considera que la familia de manera estructural está predispuesta al conflicto, tanto intra como entre grupos. De acuerdo con Klein y White (1996), ello implica que las variables de la estructura del grupo (pertenencia, edad, género) y la estructura de la situación (competencia y cooperación) están relacionadas con el grado de conflicto. (Cit. Gracia 2000). - Teoría del intercambio. En especial este enfoque, en sus versiones más micro-sociales, asume que la motivación básica de los individuos es el propio beneficio. Desde esta postura se asume que las familias como grupo social, deben de proporcionar recompensas a sus miembros, tanto en las relaciones maritales o de pareja como en las existentes entre padres e hijos. Según esta teoría las personas se mueven por los costos y las recompensas. Así, en la familia la relación se maneja en gran medida por las imposiciones y beneficios que se tienen. Teoría de los sistemas. Es abordada desde diferentes concepciones.

Teoría sistémica

Considera a la familia como un conjunto de elementos que interactúan entre sí y con su entorno.

La teoría ecológica del desarrollo humano

Se centra más en la interacción con el entorno externo.

La teoría del desarrollo familiar

Analiza la interacción de los miembros de la familia con relación a su ambiente externo y a los procesos internos (como el nacimiento de un niño o su cuidado), pero desde el punto de vista del desarrollo concibe a la vida familiar como si implicara una secuencia de eventos que tienen lugar en tiempo de forma predecible. De acuerdo con Klein y White (1996), este enfoque se centra en los cambios sistemáticos que experimenta la familia a medida que se desplaza a lo largo de diversos estadios de su ciclo vital. Esta teoría reconoce que el contexto social e histórico también desempeña un rol importante en el desarrollo de la familia. De esta forma las transiciones de una a otro estado están causadas no sólo por los procesos individuales y familiares, sino también por las normas sociales, sucesos históricos y condiciones ecológicas.

Matiessich y Hill (1987) han propuesto la siguiente secuencia de los estados a lo largo del ciclo vital de la familia que, de acuerdo con esta perspectiva, experimentan la mayoría de las familias:

a) Nueva pareja ( sin hijos)

b) Familia con hijos ( niños pequeños o en edad preescolar)

c) Familias con niños escolarizados (uno o más en la edad escolar)

d) Familias con niños en educación secundaria (uno o más en la adolescencia)

e) Familias con jóvenes adultos (uno o más con edades superiores a los 18) Familias con hijos que ya han abandonado el hogar

F) Familias con padres en edad de jubilación

Desde la perspectiva del desarrollo familiar, el ciclo de la vida familiar se concibe como un proceso en el que ésta pasa a través de una serie de estadios. El paso de una etapa a otra ocurre cuando se producen cambios en la composición familiar, lo que provoca cambio en la estructura familiar. Estas modificaciones estructurales tienen, a su vez, efectos en el funcionamiento y bienestar de la familia.

• Teoría de los sistemas familiares. Considera a la totalidad de la familia más que al individuo dentro del sistema. Menciona que ésta es un sistema social abierto, dinámico, dirigido a metas y autorregulado. Cada sistema individual familiar, está configurado por sus propias facetas estructurales particulares (tamaño, complejidad, composición, estadio vital), las características psicobiológicas de sus miembros individuales (edad, género, fertilidad, salud, temperamento, entre otras), y su posición sociocultural histórica en su entorno más amplio (Broderick 1993. Cit. en Gracia 2000).

En términos de Minuchin (1988), la familia constituye una totalidad integrada y compleja donde sus miembros ejercen una influencia continua y recíproca entre sí.

• Teoría ecológica. Desde dicha perspectiva, la vida al interior de la familia está influenciada por el contexto social. La relación del sistema familiar con su entorno es mutua: las condiciones de éste influyen en la dinámica familiar y los cambios que ocurren en la familia facilitan los que se producen en el entorno, en tanto éste trata de ajustarse a los nuevos patrones familiares.

De acuerdo con Bronfenbrenner, el desarrollo individual debe entenderse en el contexto de ese ecosistema. Así, un individuo crece y se adapta a través de intercambios con su ecosistema inmediato (la familia) y ambientes más distantes, como la escuela. Bajo condiciones normales, el ecosistema se mantendrá en un estado de equilibrio dinámico en el que existe un balance adecuado entre los recursos del sistema y los niveles de estrés. Sin embargo, cuando se producen cambios en el exterior de la familia combinados con los ocurridos en el seno de la misma, puede producirse un estado de inestabilidad ecológica, en los que los niveles de estrés exceden la disponibilidad de recursos personales y familiares, donde el conflicto y la violencia son más probables.

De manera específica, Bronfenbrenner plantea seis principios que permiten entender el ecosistema familiar como un sistema de interacción con su ambiente.

a) Desarrollo en contexto. Los niños y jóvenes se encuentran influenciados de manera profunda por su ambiente-familia, amigos, compañeros de clase, así como por sus vecinos, su comunidad y cultura.

De forma similar los entornos donde viven y se relacionan modelan el comportamiento de los padres. Desde esta perspectiva, la habilidad de un padre para cuidar y educar con éxito a un niño no es sólo una cuestión de personalidad o de carácter, sino es también una función de la comunidad y la cultura particular donde los padres e hijos viven.

b) Habilidad social. El acercamiento ecológico enfatiza la importancia de la calidad de vida para las familias y su estrecha relación con un entorno social rico. Los padres, de acuerdo con esta formulación, necesitan una combinación apropiada de relaciones formales e informales capaces de proporcionarles apoyo, guía y asistencia en la difícil tarea de cuidar y educar a los hijos.

c) Acomodación mutua individuo-ambiente. Los individuos y el entorno se adaptan y ajustan de manera mutua. Así, para la comprensión del comportamiento humano, es necesario centrarse en la interacción del individuo y la situación en el continuo temporal. Ello tiene importantes implicaciones, puesto que requiere de acercamientos que puedan captar los efectos interactivos, así como de estudios longitudinales que vayan más allá de un punto en el tiempo.

d) Efectos de segundo orden. Gran parte de los aspectos más importantes del comportamiento y el desarrollo humano tiene lugar como resultado de interacciones, las cuales son modeladas e incluso controladas por fuerzas que no se encuentran en contacto directo con los individuos en interacción. Bronfenbrenner denomina a estos efectos indirectos, efectos de segundo orden para indicar que algo más allá de dos individuos regula su interacción. Así, por ejemplo, las relaciones entre padres e hijos se encuentran moduladas con claridad por fuerzas externas a la familia. Con frecuencia, lo que le ocurre al padre en el trabajo afecta tanto al padre como a los hijos, aunque éstos nunca pongan un pie en el lugar de trabajo de aquél.

e) Conexiones entre personas y contextos. El acercamiento ecológico centra la atención en 1) transiciones ecológicas, es decir, los movimientos de individuos desde un contexto social a otro, y 2) en diadas transcontextuales; es decir, las relaciones que existen a través de diferentes contextos (p. ej., cuando un niño es un estudiante respecto a sus compañeros y un vecino en relación con un adulto de un barrio) De acuerdo con esta perspectiva, las relaciones paterno-filiales se fortalecen cuando un niño y sus padres comparten experiencias en múltiples situaciones. Además, de acuerdo con este planteamiento, la habilidad de los padres para criar con éxito a sus hijos depende en parte del nivel de riqueza de las redes de relaciones sociales de ambos. Cuando los hijos mantienen relaciones con adultos diferentes a sus padres, tales como profesores, amigos, vecinos y familiares, que trascienden distintos contextos y persisten en el tiempo, tanto los hijos como los padres se benefician, se fortalecen las relaciones paterno-filiales y mejora el proceso de desarrollo del niño.

Para entender el tipo de familia en la que se desenvuelve el niño se pueden considerar tres grandes dimensiones: sociodemográfica, socioeconómica y la sociocultural. En el primer caso es importante considerar aquellos aspectos relacionados con el tamaño la composición de parentesco (familias nucleares, extensas, o unipersonales) el siglo de vida familiar, el tipo de jefatura, el número y la edad de los hijos. Por su parte, en la dimensión socioeconómica del mundo familiar se resalta la condición de las familias como unidades de producción y su interacción con la esfera del mercado a través de la división sexual del trabajo. La dimensión sociocultural de las familias alude a su cualidad productora de sentidos y valores estratégicos para la sociedad, tales como los significados de matrimonio, maternidad, parentalidad o la lealtad filial, el papel sancionador de los roles sociales existentes y a su conexión con las instituciones que refuerzan la reproducción de los mismos (escuelas, medios de comunicación, disposiciones legales, entre otros). (Ariza y Oliveira 2004) En la actualidad ha habido una serie de cambios a nivel macro, exo, meso y microsistema que obliga al individuo a ajustarse a los mismos. Se puede considerar que esos cambios han afectado las tres dimensiones mencionadas con antelación. Es necesario observar los cambios actuales en la estructura familiar nuclear (padre, madre e hijos) y ahora es posible hablar de familias monoparentales, reconstruidas, homoparentales, adoptivas. Los cambios de valores también influyen en conceptos como el estado civil, maternidad o parentalidad, vida de pareja, entre otros. El número de hijos ha disminuido y han aumentado las familias con un hijo único. En la actualidad, el conocimiento que se tiene sobre otras costumbres y culturas provoca cambios en las opciones de vida y en los valores e intereses individuales, de pareja o de familia.

La cohabitación, separaciones, divorcios, entre otros que se dan cada vez en la sociedad actual, conllevan al surgimiento de otras formas familiares y de procesos de recomposición. La proporción de familias monoparentales, en especial las encabezadas por mujeres, ha aumentado; al igual que las familias reconstituidas. Todos estos cambios han llevado a los estudiosos a investigar qué pasa con los hijos de estas familias. Los resultados han sido muy contradictorios debido a que hay quienes consideran que los niños pueden llegar a tener una serie de alteraciones, mientras otros lo contradicen. Uno de estos cambios es el divorcio. En relación con este tema se han hecho múltiples investigaciones, para tratar de conocer cómo es el desarrollo del niño cuando los padres están divorciados. Así Wallerstein (1998), Sandford (2006), Hiroshi et al. (2002), refieren que el divorcio ocasiona una disminución del bienestar psicológico y problemas emocionales y de conducta. Para Burin y Meler (1998) el divorcio, en especial cuando ocurre en edades tempranas del desarrollo del niño, ocasiona una serie de efectos que interfieren en la adaptación posterior de éste. Dentro de estos efectos se mencionan: a) el derrumbe precoz de la imagen idealizada de los padres, debido a los mensajes negativos que recibe de uno o de ambos; b) carencias afectivas, ocasionadas porque los padres están inmersos en resolver sus problemas económicos y afectivos; c) percepción de rechazo por parte del padre, sobre todo de aquellos aspectos que le recuerdan a la ex pareja, y d) alteraciones del superyo, al existir desavenencia entre los padres en el manejo de las normas. Otros investigadores sostienen que el divorcio no ocasiona efectos negativos o, cuando los produce, éstos desaparecen a mediano plazo. Dentro de este grupo, se encuentran Gardner (1995), Hetherington (2003), Aebi (2003) y Kelly (2007), quienes encontraron que cuando los padres se separan no siempre se presentan efectos negativos, e incluso, cuando se observan, por lo general desaparecen con el paso del tiempo.

 

Estos autores señalan que las diferencias en las conductas de hijos de padres divorciados y de los que no lo están, son pequeñas y, si bien existen durante un lapso corto, tienden a desaparecer a mediano y largo plazo. El divorcio supone un proceso de cambio que lleva implícito diversas transiciones y reorganizaciones; de manera intrínsica se define como estresante para toda la familia, aunque a cada uno afecte de manera diferente La mayor parte de los niños experimenta estrés emocional y problemas de conducta (p. ej., cólera, resentimiento, desobediencia, ansiedad y depresión) ante la confusión y aprensión que les provoca el cambió en las relaciones familiares y en su propia vida (Hetherington 2003; Kelly, 2003), Los hijos de divorciados con-en un mayor riesgo de desarrollar problemas psicológicos, conductuales, sociales, académicos en comparación con quienes viven en hogares intactos. El riesgo aumenta en el caso de aquellos que han experimentado múltiples transiciones matrimoniales (Hetherington 2003).

Los efectos más importantes y consistentes implican síntomas externalizantes (agresión, desobediencia, conducta antisocial, consumo de drogas) y menores consecuencias académicas y económicas. La relación no es tan grande, ni se ha encontrado de modo tan consistente con la depresión, la ansiedad y la autoestima (Hetherington 2003; Kelly, 2003; Kelly & Emery, 2003). Dentro de los estudios realizados en México que evidencian los efectos negativos del divorcio, pueden citarse los realizados por Valdés (2001) y Castro (2003), quienes encontraron que la mayoría de los adolescentes con problemas delictivos v abuso de sustancias provienen de hogares cuyos padres se han separado o divorciado, quienes además, no comparten las funciones del cuidado y educación de los hijos. Otros ejemplos de estudios con resultados similares son los llevados a cabo por Bauza (1983), González, Cortés y Padilla (1996); estos autores hallaron que las mujeres cuyos padres se habían divorciado poseían una imagen paterna más negativa y referían una mayor frecuencia de divorcios o separaciones, con respecto del grupo de mujeres cuyos padres permanecían casados.

 

En otra investigación realizada por Valdez (2010) en la cual trató de encontrar las diferencias emocionales y conductuales entre dos grupos de estudiantes de primaria: hijos de padres casados versus los de padres divorciados; encontró que hijos de estos últimos presentaron de manera significativa mayor distractibilidad y menor cumplimiento de las responsabilidades escolares. Otro factor que ha influido en las interacciones familiares, es la inserción de la mujer en el campo laboral, debido a la disminución de los tiempos de convivencia, los roles que se asignan a los diferentes miembros de la familia, así como el aumento del nivel de estrés en la madre; lo cual le provoca mayores reacciones de irritabilidad e impaciencia con los hijos.

FAMILIAS MEXICANAS

Como referencia y a efecto de realizar un ejercicio de análisis, tomaremos los datos proporcionados por el INEGI en el censo realizado en 2010, en el que se intentaron establecer algunas de las características de las familias mexicanas: En cuanto a su composición, 70.9 % de los hogares eran nucleares (padres e hijos) y 28.1% vivían con la familia extensa. Ante la creciente dificultad económica de iniciar o mantener constituida una familia, se observa un aumento paulatino en el número de hogares con estructura extensa (hogares ampliados y compuestos).

De acuerdo con datos de la muestra censal, en el 2010, 62.7% de los hogares extensos convivía la nuera, el yerno o los nietos del jefe del hogar (sin importar la convivencia con otros parientes). En 77.7% de los hogares familiares, el jefe de familia era varón, mientras que sólo en 22.3% la mujer era la jefa de familia. Se considera como tal a aquella persona que está presente en el hogar de manera regular y además es quien tiene mayor autoridad en la toma de decisiones o constituye el principal soporte económico. La mayor presencia femenina en el mercado laboral responde a una necesidad en la generación de ingresos, con la cual contribuyen a sostener el nivel de vida de sus familias.

Datos censales de 2010 indican que la participación económica de las mujeres que dirigen un hogar familiar es de 49.7% y se acentúa en las edades de 30 a 49 años donde la tasa supera 66%. En 45% de los hogares familiares sólo un integrante se inserta en el mercado laboral (población ocupada), en 31.3% de los casos son dos integrantes quienes cumplen con esta condición y en 15% son tres los que laboran, en 8.6% ninguno de sus integrantes forma parte de la población ocupada. La organización de las tareas entre los integrantes de la familia se asocia con el rol que es asignado dentro del grupo, la realización de la mayor parte de las tareas relacionadas con el hogar, así como el cuidado de niños y enfermos recaen de manera directa en las mujeres, sobre todo por razones socioculturales. Por lo general son ellas las que combinan en mayores proporciones el trabajo doméstico con otras labores. Esta situación en algunos casos ha originado que las madres se sientan más estresadas e irritables afectando el bienestar familiar.

¿Cuánto ha cambiado desde entonces la condición de las familias mexicanas a la fecha?

¿Nota cambios de importancia al respecto?

¿Han aumentado el número de integrantes que aportan a la manutención del hogar?

¿Los ingresos económicos se han visto aumentados o disminuídos?

¿La delincuencia se ha incrementado o ha disminuido?

¿Cómo ha influido la tecnología en el desarrollo social de las familias mexicanas y las latinoamericanas?

¿La tecnología ha permitido que las familias mexicanas y las latinoamericanas accedan con mayor facilidad y agilidad al conocimiento.

Resultaría muy complejo determinar todo esto de manera absoluta, sin embargo, considere su entorno, su propia familia, sus vecinos, su colonia, su localidad, su estado o provincia; trate de realizar una valoración lo más objetiva posible para reflexionar sobre estos cuestionamientos y comparta sus opiniones:

Desarrollo del niño

El desarrollo en la infancia implica varios procesos como son los biológicos, psicológicos y sociales. Las interacciones que tenga el niño con su medio van a influir en sus conductas y en la formación de su personalidad.

• Desarrollo biológico. Dentro de los procesos biológicos es posible tomar en cuenta a la herencia; la cual, en muchas ocasiones, se ha considerado como determinante para ciertas conductas o rasgos. Sin embargo, se ha demostrado que éstas pueden verse alteradas por la influencia del ambiente. Por ejemplo, la talla de un niño puede modificarse por efectos de la alimentación. El desarrollo del cerebro depende no sólo de la programación biológica, sino también de la experiencia, la cual puede conformar el crecimiento inicial del sistema nervioso, no sólo al fomentarse la creación de nuevas conexiones nerviosas, sino al ayudar a eliminar las conexiones redundantes y las neuronas que proporcionan dichas conexiones. (Casaer, 1993).

Schore (2000) apunta que las experiencias y vinculaciones tempranas se inscriben en el hemisferio derecho, de maduración más precoz y dominante durante al menos los tres primeros años de vida. En él, considera que se ubica el sistema afectivo básico implicado en la modulación de las emociones primarias y su dominancia se manifiesta en las expresiones emocionales faciales, los gestos espontáneos y la comunicación emocional espontánea no-verbal que influyen en la relación de apego. Destaca que el proceso de auto-organización cerebral a lo largo del desarrollo se inicia y evoluciona en el contexto de la relación interpersonal y la vinculación afectiva. Sue Gehardt, sostiene que la mejor manera de abordar las enfermedades mentales, incluso la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos de los bebés. Durante los primeros dos años, y también el período en el útero, se desarrollan muchos sistemas importantísimos en el cerebro, en especial los que son utilizados para gestionar la vida emocional. Menciona que la primera infancia es, la base de la salud mental.

Desarrollo socio- emocional

El niño es un ser social y emocional. Desde muy pequeño es capaz de expresar sus emociones, así como de responder de manera adecuada a la expresión emocional que la persona que lo cuida manifieste (Harris, 1994). Las emociones se pueden modificar por las experiencias que se tengan y por la capacidad cognitiva para interpretarlas. Los niños de dos y tres años son capaces de dominar emociones elementales y de hablar sobre ellas, así como de reconocer que un estado emocional depende de la manera en la que el individuo evalúa la situación. A la edad de cinco o seis años, tanto la expresión como la comprensión de emociones están muy perfeccionadas (Bullock & Rusell, 1986).

Las emociones forman parte de casi todas las experiencias humanas. Tanto la calidad como la intensidad de las mismas desempeñan un papel más o menos importante en la mayor parte de las dificultades del comportamiento, ya sea como un factor principal o como un efecto secundario. Relaciones sociales. La mayoría de los padres son capaces de comprender las señales y necesidades de sus bebés y satisfacerlas. Por su parte, el niño es sensible a las manifestaciones socioemocionales de sus padres, y es así cómo se establecen las primeras interrelaciones que van a estar relacionadas con el vínculo que establezca el niño con sus padres o con el adulto que lo cuide. El desarrollo socioemocional va a estar muy ligado a las interrelaciones familiares tanto entre padres e hijos como entre hermanos. El tipo de relaciones que se establece va a estar asociado con los estilos de crianza, así como las formas de apego que el niño mantenga con los padres, en especial con la madre o con la persona que lo cuide.

 

La relación padres e hijos

Apego

Los bebés nacen con un equipo básico, en palabras de Julián de Ajuriaguerra, y una capacidad preprogramada para el establecimiento de relaciones que precisa del entorno para evolucionar y organizarse. La madre aporta al bebé sus experiencias prenatales y toda una gama de fantasías, lo mismo que el padre. El bebé aporta su potencial biológico y psicológico, sus rasgos temperamentales y sus experiencias intrauterinas y perinatales.

El funcionamiento psicológico de los cuidadores es bastante más complejo que el del neonato, de forma que tres aspectos del comportamiento materno tendrán particular importancia en los primeros tiempos de vida del bebé: la intensidad y la cronología de sus conductas interactivas y la forma en que se expresa con él. El apego es el vínculo emocional que desarrolla el niño con sus padres (o cuidadores) y que le proporciona la seguridad emocional indispensable para un buen desarrollo de la personalidad. La teoría del apego sostiene que el estado de seguridad, ansiedad o temor de un niño es determinado en gran medida por la accesibilidad y capacidad de respuesta de su principal figura de afecto (persona con que se establece el vínculo). El apego, es el primer lazo socioemocional que se establece entre el bebé y las personas que lo cuidan. La sensibilidad de los padres ante su hijo, el temperamento de éste y el contexto social influyen en el apego. El cual básicamente se puede clasificar en dos tipos:

a) Apego seguro: las relaciones entre el niño y la madre son de buena calidad existe confianza, afecto, sintonía y sensaciones de bienestar.

b) Apego inseguro: el niño muestra un apego de mala calidad con la madre, lo cual impide la regulación emocional; éste a su vez lo divide en apego: 1. Evitativo, donde la relación es de desconfianza y no hay comunicación directa ni sincronía. 2. Ambivalente, existe una dependencia hacia la madre que al estar ausente provoca en el niño ansiedad de separación y necesita reforzamiento continuo de que es amado. 3. Desorganizado, éste se caracteriza por rechazo hacia la figura de apego al carecer de estrategias para hacer frente al estrés que le provoca la ausencia de la madre.

La teoría de Bowlby considera que el niño desarrolla esquemas cognitivos negativos cuando no existe un apego seguro o no hay amor en la crianza del niño, éstos van a persistir e influir en la forma que el niño interprete las experiencias posteriores, si hay más pérdidas él va a pensar que no puede construir afectos positivos duraderos esto lo puede llevar a la depresión, Bowlby (1969, 1989, cit. en Santrock, 2007). La importancia de las interacciones sociales se manifiesta más en la variabilidad observada cuando el vínculo de apego se consolida de forma segura, insegura, ambivalente o desorganizada en función de la peculiar historia interactiva que cada bebé mantenga con su figura de apego. En opinión de Sroufe (2002), los diferentes tipos de apego se consolidan en virtud de la respuesta del cuidador hacia el niño y no dependen en absoluto del temperamento de cada niño. El modelo interno activo que cada niño posee de esa relación de apego va a ser transferido a otras relaciones que se establecen fuera de la familia. En esta dirección, se han obtenido datos de investigación que muestran los beneficios producidos por un apego seguro en la adaptación a otros contextos interactivos. Aquí se muestra otra cadena de asociaciones significativas entre las interacciones intersubsistema, calidad del apego madre- hijo y las interacciones mesosistémicas, así como entre los microsistemas familiar, el de los iguales y el escolar (Arranz 2004).

En general, el apego seguro se muestra estable a lo largo de la infancia; según el trabajo de Main y Cassidy (1988), las medidas de apego seguro precoz son coherentes con medidas similares hasta los seis años. El cual se convierte en un sólido predictor de la adaptación de los niños al jardín de la infancia, al ámbito preescolar y escolar Sroufe (2002). De igual forma, los niños calificados como seguros son más competentes en sus relaciones sociales, son más empáticos y más eficaces al iniciar relaciones sociales con otros y responder a las iniciadas por otros. El apego seguro también se encuentra asociado a un desarrollo adecuado de la autoestima y a unos buenos niveles de ajuste personal y salud mental. Un trabajo de Wrigt, Siney y Smith (1995) muestra la asociación entre la calificación de apego inseguro y la necesidad de asistencia psicológica en niños entre ocho y doce años.

El tipo de apego resistente parece más relacionado con trastornos de tipo ansioso, el tipo evitativo con problemas de conducta y el tipo desorganizado con la aparición de síntomas disociativos. Además de la calidad del apego, otros índices de calidad del entorno familiar están asociados a la adaptación infantil a entornos interactivos extrafamiliares. Uno de éstos es el nivel de receptividad por parte del padre a las propuestas del niño para solucionar una tarea conjunta; en el estudio de Hengeller, Edwards, Cohen y Summervile (1991) se evidencia la asociación entre la receptividad paterna y la aceptación por parte de los iguales. Otro índice de calidad de la interacción familiar es la existencia de expresividad emocional y las conversaciones sobre las emociones entre padres e hijos. La manera en la cual la madre exprese sus emociones y el lenguaje emocional utilizados por ella y el niño están asociados al desarrollo socio-emocional de los niños preescolares de 3 y 4 años (Arranz 2004).

Las relaciones deficitarias con los iguales están asociadas a unas pautas interactivas familiares caracterizadas por los castigos duros y frecuentes, el establecimiento de límites ineficaces e incoherentes y por la discordia familiar. Otro elemento que influye en el desarrollo socioemocional es la presencia de conflicto marital y la exposición del mismo a los niños. Cuando éste se da en algún nivel bajo, constituye un factor protector del desarrollo socioemocional, en cambio es un factor de riesgo si es alto. El conflicto marital está influido por variables macrosistémicas. En la revisión de Shaffer (1996) se observa la cadena que se establece entre la inestabilidad laboral y económica de la pareja, con la consiguiente respuesta depresiva por parte de uno de los miembros y el posterior aumento de problemas entre ellos, lo cual se acaba traduciendo en una crianza de menor calidad. Las consecuencias de este déficit se concretan en los niños en problemas de manifestación externa como agresión o problemas de conducta; o bien que ésta se presente de manera interna como ansiedad y depresión, en dificultades para su adaptación al grupo de iguales y bajo rendimiento intelectual y académico (Cummings, Goeke-Morey & Graham 2002).

Estilos de crianza

Éstos van a estar relacionados con las actitudes de los padres ante la educación de los hijos. Se pueden agrupar en tres grandes categorías: autoritario, democrático y negligente.

Estilo autoritario: los padres que utilizan este estilo valoran sobre todo la obediencia y el control. Tratan de hacer que los niños se adapten a un estándar de conducta y los castigan con dureza si no lo hacen. Son más indiferentes y menos afectuosos que otros padres. Sus hijos tienden a estar más inconformes, a ser retraídos e insatisfechos. Se ha encontrado que el castigo físico y sobre todo cuando hay mucha dureza puede provocar conductas disruptivas en los hijos así como agresión.

Estilo permisivo: las características que se relacionan con el estilo negligente son la indiferencia ante las actitudes y comportamientos de los hijos, permisividad-pasividad y ausencia de una acercamiento e implicación continua. Son padres que valoran la autorregulación y la autoexpresión. Hacen pocas exigencias a sus hijos, dejan que sean los mismos niños quienes controlen sus propias actividades tanto como sea posible. Consultan con sus hijos las decisiones y rara vez los castigan. No son tan controladores y exigentes. Sus hijos en edad preescolar tienden a ser inmaduros, con menor capacidad de autocontrol y menor interés en explorar.

Musitu et al., (1996), señalan que como los hijos no encuentran en sus padres el refugio y apoyo al cual acudir ante situaciones estresantes, pueden desarrollar comportamientos llamativos y desadaptados para requerir su atención, entre los que se encuentran las conductas agresivas. Los padres y madres de niños agresivos parecen carecer de las habilidades necesarias para identificar y resolver crisis o problemas.​

La consecuencia que aparece a medio plazo es que el niño no adquiere un conocimiento real de las normas y su socialización se ve alterada

Estilo democrático: estos padres respetan la individualidad del niño aunque hacen énfasis en los valores sociales. Dirigen las actividades de sus hijos de un modo racional. Respetan los intereses, las opiniones y la personalidad de sus hijos aunque también los guían. Son cariñosos y respetan las decisiones independientes de sus hijos, aunque se muestran firmes para mantener las normas e imponen castigos limitados. Explican a los hijos los motivos de sus opiniones o de las normas y favorecen el intercambio de opiniones. Los hijos se sienten seguros porque saben que sus padres los quieren y porque saben lo que se espera de ellos. En edad de preescolar, los hijos de estos padres tienden a confiar más en sí mismos y a controlarse, manifiestan interés por explorar y se muestran satisfechos.

Desde la perspectiva interactiva y bidireccional se debe de tener en cuenta que los padres no practican un solo estilo y de forma continuada a lo largo de la crianza, y que la respuesta al uso de un determinado estilo educativo estará condicionada por las características del niño. Cabe señalar que, a pesar de estar situados en el microsistema, la utilización de un estilo y otro estará influido por variables exo y macro-sistémicas como el estatus socioeconómico y las creencias religiosas. Desde el punto de vista preventivo y educativo, la formación de los padres para la crianza debe incluir una difusión y aprendizaje de estrategias características del estilo democrático (Arranz 2004).

FACTORES QUE INFLUYEN EN LAS ALTERACIONES PSICOLÓGICAS

Como se ha venido mencionando, el desarrollo del niño puede verse afectado por múltiples factores o situaciones que se pueden clasificar no sólo en biológicas, psico-lógicas y sociales, sino que también hay que considerar qué tan comunes son, cuál es el momento de la vida en que se producen, cuáles pueden ser sus causas, entre otras.

Influencias normativas y no normativas

En relación a qué tan común es un evento, Gen y, Jones y Self (1983) consideran que hay influencias normativas y no normativas. Las primeras son aquellas que se espera experimenten los niños debido a su edad, como puede ser el ingreso a la es-cuela, o el paso de la niñez a la pubertad. Las no normativas son los acontecimientos fortuitos que le pueden suceder a algunas personas en momentos impredecibles y en circunstancias atípicas como puede ser un divorcio, una enfermedad o la muerte de un ser querido. (Cit. en Wicks- & Allen,1997).

Momento en que se producen las influencias

Tiene una amplia aceptación el hecho de que los acontecimientos y experiencias pueden ejercer distintas influencias en función al estado de desarrollo del niño. (Rutter, 1989). La manera cómo la experiencia afecta al sistema nervioso dependerá de su estado de desarrollo. Asimismo, los efectos de una experiencia dependen del proceso psicológico en que se producen en distintos momentos. El momento de la experiencia también puede ser importante en función de los acontecimientos que tienen lugar en periodos no normativos; por ejemplo, si una adolescente tiene un hijo es muy joven para ello.

RIESGO Y RESISTENCIA

Los factores de riesgo, son variables que aumentan la probabilidad de producirse dificultades o desviaciones en el comportamiento. Ante la presencia de riesgo, hay una serie de individuos que sucumben (son vulnerables) mientras que otros mantienen un funcionamiento saludable, es decir, son resistentes. La resistencia mantiene una protección ante los factores de riesgo, o la capacidad de recuperarse con prontitud ante las adversidades de la vida. (Smith & Prior, 1995).

Riesgo

Wicks- & Allen consideran que los factores de riesgo en el desarrollo pueden agruparse en diferentes categorías:

a) Constitucionales

1. Abarcan las influencias hereditarias y anomalías genéticas;

2. Complicaciones prenatales y durante el nacimiento;

3. Enfermedad y daños sufridos después del nacimiento;

4. Alimentación y cuidados médicos inadecuados.

 

b) Familiares

1. Están relacionados con la pobreza.

2. Malos tratos e indiferencia.

3. Conflicto, desorganización, psicopatología y estrés.

4. Familia numerosa.

 

c) Emocionales e interpersonales

1. Patrones psicológicos tales como baja autoestima, inmadurez emocional, temperamento difícil.

2. Incompetencia social.

3. Rechazo por parte de los iguales.

 

d) Intelectuales y académicas

1. Inteligencia por debajo de la media.

2. Trastornos de aprendizaje.

3. Fracaso escolar.

 

e) Ecológicas

1. Vecindario desorganizado y con delincuencia.

2. Injusticias raciales, étnicas y de género.

 

f) Acontecimientos de la vida no normativos que generan estrés

1. Muerte prematura de uno de los progenitores.

2. Estallido de una guerra, o alguna situación de desastre en la comunidad entre otros.

 

Lo expuesto con anterioridad confirma la complejidad del diagnóstico o tratamiento de un niño, y los elementos que se deben tomar en cuenta para lograr una intervención confiable y segura. Es importante recordar que un diagnóstico puede marcar a una persona de por vida, de tal forma que llegan a identificarse con éste; así en ocasiones dicen: lo soy ... y dan el diagnóstico.

PRINCIPALES CONFLICTOS EN LA NIÑEZ

Si consideramos que México es un país de jóvenes que requieren del apoyo y atención de los adultos para lograr un desarrollo óptimo tanto en el aspecto físico como mental. Por lo expuesto en el capítulo, las interacciones que tengan con su medio van a propiciar o a dificultar su inserción y desempeño en el mundo que los rodea. El estado de salud mental y emocional se va adquiriendo desde que nace el niño, y como menciona Sue Gehardt, "la mejor manera de abordar las enfermedades mentales, incluso la delincuencia y la violencia en nuestra sociedad, es ocuparnos de los bebés". El aprovechamiento que haga un niño de sus recursos dependerá de cómo se haya dado el proceso de desarrollo de su personalidad. Como ya se mencionó este desarrollo se puede ver alterado por diversas circunstancias que pueden llegar a alterar sus conductas. Cuando el comportamiento del niño se vuelve muy disruptivo, o se sale de los parámetros establecidos es posible que se hable de conflicto o trastorno y que requiera de una atención más especializada de psicólogos y psiquiatras.

En México, de acuerdo con el CIE-10, las principales causas de demanda de consulta externa en menores de 15 años, en los centros de Salud Mental son:

  1. Trastornos hipercinéticos 25.5%

  2. Trastorno mental sin especificación 11.95%

  3. Reacciones a estrés grave y trastornos de adaptación 7.41%

  4. Trastornos disociales 7.29%

  5. Trastornos específicos del desarrollo del aprendizaje escolar 4.90%

  6. Trastornos del comportamiento social 4.38%

  7. Trastorno de las emociones 3.73%

  8. Trastornos generalizados del desarrollo 3.38%

  9. Trastornos mentales debidos a lesión, disfunción cerebral o a enfermedad 3.19%

  10. Retraso mental 2.98%

Estos resultados muestran los trastornos por déficit de atención, los cuales ocupan la cuarta parte de las consultas solicitadas. También llama la atención que la clasi-ficación F 99 de trastorno mental sin especificación ocupe 11.95 %. Según el CIE-10 eta corresponde a una categoría residual no recomendada, para cuando no pueda recurrirse a otro código. Es decir 11.95 % de la población que solicita consulta, presenta síntomas que no permiten obtener un diagnóstico claro, y por consiguiente el tratamiento que se les pueda dar, sería cuestionable, por no saber si es el conecto.

PREVENCIÓN

Lo expuesto con antelación, lleva a pensar la gran responsabilidad que tiene la sociedad y sobre todo la familia, sobre el desarrollo del ser humano. Por lo tanto, si se desea que haya niños, y más tarde adultos, con la capacidad de obtener un estado de bienestar físico y mental que les permita aprovechar todas sus potencialidades y sus comportamientos e interacciones con los diferentes subsistemas y muestren un ajuste a las demandas de éstos, es necesario actuar a nivel preventivo.

La acciones preventivas que se realicen, deben ir dirigidas al micro, meso, exo y macrosistema en las que se acentúe la intervención a nivel familiar.

En la actualidad existen muchos medios de comunicación que permean en los diferentes subsistemas e influyen en los valores y costumbres, los cuales intervienen en el desarrollo del ser humano. En forma más directa es necesario trabajar con la familia, en especial con los padres, para concientizarlos acerca de la influencia que tienen sus interacciones en el desarrollo de su hijo; así como proporcionarles herramientas que puedan ayudarlos a buscar formas de afrontamiento más adecuados a los diferentes problemas que se les presentan.

ACTIVIDADES DE APRENDIZAJE:

Comprensión de lectura y análisis

Este curso tiene el propósito de contribuir con información veráz y objetiva que ayude a conocer los aspectos biológicos y psicológicos que llevan a los individuos a cometer actos que trasgreden las normas sociales y la ley y por tanto coadyuvar a la prevención, analizando el origen de las circunstancias que provocan tales conductas, por tanto es muy importante que responda con sensatez los siguientes cuestionamientos y los comparta en este foro:

1.- Investigue en internet, periódicos, revistas o cualquier otro medio, no menos de tres noticias acontecidas en los últimos 45 días en donde se mencionen actos de violencia cometidos contra menores (ponga especial atención al lugar, la edad de los niños o adolescentes, el tipo de daño causado, así como la edad, cercanía y género del o los agresores, así como la fuente de la noticia) y descríbalo en el cuadro de diálogo.

2.- Investigue en internet, periódicos, revistas o cualquier otro medio, no menos de tres noticias acontecidas en los últimos 45 días en donde se mencionen actos de violencia o delitos cometidos por menores de 18 años (al igual que el caso anterior, ponga especial atención en la edad de los menores, el tipo de acto cometido; de ser posible, la condición socio-económica de los menores, así como la edad, género y condición de la víctima).

3.- Después de redactar y compartir estas notas, reflexione sobre el particular y comparta las emociones y demás sensaciones tanto biológicas como psicológicas que le causó analizar tales eventos.

A partir de la siguiente unidad comenzaremos a interactuar con docentes para adentrarnos propiamente en el campo de la psicología y la neuropsicología forense, así como la crimininalistica.

Es muy importante tomar en consideración que los plazos para la entrega de actividades, aparecerán a un costado del botón que permite el acceso a esta unidad situado en el menú de este diplomado.

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